«A miña vida está en Uruguay, pero non esquezo ao meu pobo»«Puxen no meu campo a primeira rúa dedicada a Bergantiños no mundo»

marta valiña CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Emigró con 17 años, pero regresa para disfrutar de la Señora do Faro

06 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

José María García Álvarez se marchó a Montevideo (Uruguay) con solo 17 años «na búsqueda doutro mundo». Huyó del hambre de la posguerra y dejó su Niñóns natal para labrarse un futuro. Lo consiguió después de mucho «esfuerzo e tesón» (su empresa, Ortopedia Bergantiños es hoy una de las más grandes del país), pero jamás se olvidó de la pequeña aldea pontecesana en la que nació. «A miña familia, a miña vida, está toda en Uruguay, pero é imposible esquecer a Ponteceso», asegura rotundo.

Recuerda a diario a su tierra querida, de ella presume en Montevideo y a ella vuelve todos los años coincidiendo con la celebración en Brantuas de la romería de Nosa Señora do Faro, por la que siente gran devoción. Tanta, que incluso recuerda con una sonrisa que fue él el que, en 1968, propuso que fuese la imagen del famoso san Julián, el de la escopeta, el que protegiese a la santa el día de la procesión.

«Cando eu era neno, sendo sacristán da igrexa de Brantuas, o cura, don Anselmo, queixouse na misa de que un veciño tiña na casa a imaxe dun santo e que iso non podía ser porque, segundo dixo, ?los santos tienen que estar en la casa de Dios?. Ao día seguinte o veciño levoulle o santo, pero cando eu volvín a Ponteceso por primeira vez, en 1968, descubrín que a imaxe seguía gardada na igrexa e conteille a historia ao novo cura e propúxenlle restaurala», recuerda. La envió a Santiago y se gastó 93.000 pesetas de aquel tiempo, un dinero que incluyó «unha chumbera [escopeta] e botas novas».

«Cando o vimos todo renovado, tan bonito, decidimos poñelo na capela do Faro para coidar da santa e que non a levasen os de Corme, porque a tradición di que como a santa mira cara ese pobo os veciños queren vir roubala», asegura García entre risas.

Himno

Tal es la devoción de José por la santa que incluso le compuso un himno, Santiña do faro, que incluyó en su último cedé. Porque aunque García Álvarez se define como «zapateiro remendón que chegou a ortopedista», la música fue siempre su pasión y en Uruguay llegó a formar parte de dos grandes orquestas, Suspiros de España y California Star. «Eu cantaba na misa co famoso sacerdote Saturniño Cuíñas, que sempre me dicía: ?Madruguiñas, dille ao teu pai que te poña a músico?». Sin embargo, su padre, cantero de profesión -«igual ca meu avó, que fixo grandes obras, como o faro do Roncudo»-, decidió que su hijo se convirtiese en zapatero.

Mil pesos

«Eu era delicado de saúde, así que non podía seguir coa tradición da canteiría e mandáronme aprender o oficio de zapateiro con nove anos. Primeiro fun para Brantuas e despois para Cerezo, onde coindicín, por exemplo, con Pepe da Pesqueira, que segue a ser un gran amigo», cuenta. Y después, a los 17, para Uruguay, donde ya estaba su hermano Antonio. «Meu irmán mandoume mil pesos, que aquí eran como 12.000 pesetas e con iso comprei a pasaxe, que custou 9.000 pesetas, e unha gabardina. E alá fun, á aventura», recuerda.

Partió, rememora, desde el puerto de Vigo, a donde llegó acompañado por su padre «na caixa do camión de Joseíño de Corme». Fue aquel, asegura, un día difícil, y todavía hoy recuerda con exactitud las últimas palabras que le dijo su padre antes de embarcarse en el penúltimo viaje del Monte Udala: «Vai polo mundo meu fillo, pero trata de que o mundo non vaia moito por ti», recita José con un brillo especial en los ojos. El mismo que vuelve a mostrar cuando añade que años más tarde llevó a sus padres a Montevideo para que viesen lo que había logrado.

«Para eles foi unha gran alegría, porque aínda que todos fomos nenos felices, pasamos moita fame», explica. «Tiveron doce fillos, porque daquela non había televisión, e na casa só había caldo e broa, pero chegaba dabondo», dice riéndose.

La necesidad les hizo niños espabilados, asegura, y cuando él y sus amigos eran muy pequeños, ya se buscaban la vida. «Recordo que íamos ás catañas cun cestiño e, de súpeto, vimos unha lebre. Corrín todo o que puiden e mateina cun pau. Era moi pequena, pero como eramos tres dividínna en tres pedazos. É incríble o felices que chegamos a ser cun anaco pequeno de carne», cuenta José, quien no pudo evitar recordar la anécdota el día que su sobrino, en solo un par de horas, cazó más de 30 conejos en su finca de Uruguay. «¡Como cambiou todo!», suspira.

José María García Álvarez.

1940.

Empresario.

Montevideo (Uruguay).

Niñóns (Ponteceso).

Comenzó como zapatero remendón y hoy es uno de los empresarios más importantes de Sudamérica, algo que le ha llevado a conocer a varios presidentes del gobierno de España y también a gran parte de la Familia Real. José, sin embargo, resta importancia a todo eso y asegura que él, simplemente, se limitó a trabajar.

A trabajar y a dar a conocer su tierra al otro lado del océano. De hecho, fundó (y es presidente de honor), el Centro Social, Cultural y Deportivo Bergantiños, es presidente de honor del Hogar Español, que ayuda a cerca de 300 ancianos sin recursos; preside la Asociación Española Primera de Socorros Mutuos, una mutualidad con más de 200.000 socios; fundó el primer museo gallego en Montevideo; puso en marcha el Teletón, un programa anual de televisión con el que recauda fondos para los más necesitados, y su currículo se completa con una docena de cargos más que ponen de manifiesto el aprecio que tiene le tienen en tierras uruguayas. Sin embargo, de lo que José se siente más orgulloso es de haberle puesto el nombre de Bergantiños a una calle de su país adoptivo.

«En 1973 comprei un campo na localidade de Atlántida [son 200 hectáreas en las que actualmente cría ganado] e cando cheguei alí non había nada. Por non haber non había por onde pasar, así que contratei a un señor para sacar todos os escobros e fixemos un paso ao que lle chamei Camiño de Bergantiños. Cando fun contratar os servizos para a finca, coma a luz e a auga preguntáronme o nome da rúa e así lle quedou Camiño de Bergantiños para sempre», cuenta con orgullo.

Él, además, logró que las emisiones de la TVG llegasen a Uruguay y asegura que no se siente completo si no lee a diario la edición digital de La Voz de Galicia. «Estou lonxe, pero necesito saber que é o que pasa no meu Bergantiños», dice.