Entre pucheros para cumplir los sueños de grandes grupos

Marta valiña CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

28 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

José Blanco comenzó a cocinar siendo apenas un chaval, casi por obligación -«de pequeño cuidaba a una sobrina y tenía que hacerlo todo», explica-, sin saber que sus prácticas en la cocina le servirían, y de mucho, durante el servicio militar, que le llevó a San Sebastián. «No servía para coger un fusil, pero sí para los pucheros», bromea su hijo Iván. «En la mili ya me pagaban, así que puedo decir que fue allí donde oficialmente empecé a trabajar como cocinero», confirma José. Con esa experiencia, y ya casado, Blanco González, como otros muchos de su generación, emigró a Suiza, donde después de apenas cuatro meses «lavando cacerolas y platos» fue ascendido a jefe de cocina. «Tenía compañeros que iban allí a la escuela de Hostelería, así que hacía las prácticas con ellos y aprendí muchísimo», cuenta José, que decidió volver a España cuando su hijo Iván tenía 13 años. «Quizás pensaban que si se quedaban más yo ya no querría venirme nunca», dice el joven, que actualmente, tras licenciarse en Filología Inglesa, estudia Hostelería en Santiago y realiza prácticas en el parador compostelano, algo que compagina echando una mano a sus padres durante los fines de semana. Lo hace en el restaurante Palacio de Cristal, en Baio, un negocio del que la familia Blanco Vilar tomó las riendas en marzo del año pasado.

«Cuando regresamos a casa abrimos un restaurante familiar, el Lago Blanco, y después comenzamos a hacer bodas, comuniones y otras celebraciones en el Pazo do Tambre, así que cuando tuvimos la oportunidad de coger el establecimiento de Baio no lo pensamos mucho», explica José, quien asegura que durante este primer año y medio les ha ido muy bien. «La gente en esta comarca todavía se casa», bromea. De momento, añade, se dedican a las comidas por encargo, «para grupos a partir de diez personas», y su especialidad, dice, es «la cocina gallega, aunque también apostamos por la internacional, con un toque francés». En las grandes celebraciones, sin embargo, lo que triunfa sigue siendo el marisco. «Y estropear un buen marisco gallego es muy difícil», dice con modestia.

Él, su mujer y su hijo han formado un gran equipo, cuyo éxito, asegura Iván, radica en que han sabido repartir bien los papeles. «La cocina es de mi padre, mi madre se encarga de la intendencia y yo ayudo en todo lo que puede», explica el joven, que durante los grandes banquetes ejerce de jefe de sala. Juntos consiguen cumplir los sueños gastronómicos de muchos y grandes grupos.

Los palos son José Blanco González y María Isabel Vilar Gómez. La astilla, su hijo, Iván Blanco Vilar.

José nació en 1959 en Cuíña (Mazaricos) e Isabel, tres años después en Amarelle (Santa Comba). En Berna (Suiza), donde estuvieron durante 14 años, tuvieron a su hijo Iván, que hoy tiene 27.

José se dedica a la hostelería desde hace 30 años, comenzó como cocinero mientras hacía la mili y después se dedicó a ello en Suiza. Cuando él y su familia regresaron a España abrieron un restaurante en Negreira, el Lago Blanco, y más tarde se hicieron cargo del Pazo do Tambre, en Noia. En marzo del 2010 cogieron la gestión del Palacio de Cristal, en Baio, donde celebran todo tipo de comidas por encargo.