«Los veranos de Malpica eran mágicos e inolvidables»

Marta Valiña CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

El ex magistrado vivió en la localidad hasta los cinco años

22 feb 2011 . Actualizado a las 10:53 h.

Sus hijas nacieron en Mataró (Barcelona) y en Plasencia (Cáceres) y sus nietos en Valladolid, ciudad en la que reside desde hace 28 años. Él finalizó su carrera judicial en Madrid, donde ejerció como magistrado en el Supremo y en el Constitucional, pero, sin embargo, la fotografía que preside la entrada del hogar de Pablo Cachón Villar es una vista de Malpica, localidad en la que nació hace 75 años y en la que vivió hasta que cumplió los cinco y sus padres se mudaron a A Coruña. Era apenas un niño cuando dejó el pueblo, pero en él, asegura, vivió los mejores veranos de su vida. Se siente tan orgulloso y habla tanto (y tan bien) del municipio, que son muchas las ocasiones en las que sus hijas le reprochan que exagera.

«Aunque el bum de la construcción de los años sesenta le hizo mucho daño, Malpica sigue siendo un pueblo precioso, mágico. Lo alabo tanto que mis hijas a veces me riñen, pero lo cierto es que ellas también se sienten muy gallegas», asegura el juez Cachón durante uno de los descansos de la jornada formativa que el Colegio Provincial de Abogados de A Coruña celebró el pasado viernes en Carballo y en la que el ex magistrado, jubilado en el 2005, participó como ponente.

Fue, cuenta, la excusa perfecta para reunirse con buenos amigos, como el decano del Colegio, el baiés Antonio Platas Tasende, y también con algunos familiares, que se desplazaron desde Malpica para saludarlo. Cachón Villar no tuvo tiempo de acercarse hasta la costa, pero regresará en verano, igual que todos los años.

«Aunque mis padres emigraron a A Coruña y mis hermanos y yo estudiamos ya en la ciudad, jamás nos desvinculamos de Malpica, porque allí pasábamos todas las vacaciones. Además, mi mujer es de Santiago, así que la tierra tira mucho», cuenta.

Sus padres, recuerda, tenían un café-bar y una panadería en el centro de Malpica, «en el mismo edificio en el que hoy está O Burato». Cuando sus padres se mudaron A Coruña, el negocio pasó a manos de uno de sus tíos, que más tarde lo vendió. Pero hace unos años, «seis o siete», el ex magistrado descubrió que el local había recuperado su viejo nombre. «Fue emocionante comprobar que el bar volvía a llamarse Cachón, así que no dudé en sacarme una foto delante de él», dice riéndose.

Sus recuerdos de Malpica, explica, se remontan, sobre todo, a la adolescencia, aunque de sus primeros años también guarda alguna imagen. «Sobre todo de estar cerca de la panadería haciendo montículos de arena», dice, aunque reconoce que lo que todavía mantiene fresco son los recuerdos de los veranos adolescentes. «Volvíamos a Malpica nada más acabar el colegio y allí estábamos durante dos meses. Eran unos veranos de total libertad, inolvidables, únicos. Estábamos toda la mañana en la playa, jugando al fútbol, y por las tardes íbamos por las corredoiras en busca de moras o de cualquier aventura», cuenta con una sonrisa.

También rememora las tardes de música y cine. Unas tardes que hoy, dice, no podrían repetirse, porque «ya no queda ninguna sala de proyecciones». En los años cincuenta, en cambio, había dos cines, «el de Lerio y el del Campecho». En ellos, explica, él y sus amigos (muchos lo son todavía), disfrutaban de las películas, pero antes también se echaban unos bailes. «Antes de cada película ponían la gramola, así que allá íbamos todos los chavales a bailar, en medio de la calle, sin peligro ninguno», explica.

También recuerda con cariño las Festas do Mar, «y el palco que ponían junto a la Casa del Pescador), y las de la Barquiña de Ponteceso, pero no tanto las de San Adrián, porque, dice casi con amargura juvenil, «coincidían siempre con exámenes, así que nos tocaba regresar a A Coruña». Y esperar otros nueve meses, hasta que, de nuevo en vacaciones, los veranos volvían a ser mágicos.

Pablo Cachón Villar.

1935.

Después de ejercer como juez en Mataró, Plasencia, Pamplona y Valladolid, en 1989 fue nombrado magistrado del Tribunal Supremo, y en 1998 pasó al Constitucional. Se jubiló en el 2005.

Valladolid

Malpica

Licenciado en Derecho por la Universidade de Santiago, en octubre de 1998, el juez Pablo Cachón Villar, magistrado de la sala número cuatro del Tribunal Supremo desde 1989, fue designado magistrado del Tribunal Constitucional por el pleno del Consejo General del Poder Judicial. «Lo normal es que en el Constitucional se estén nueve años, pero yo llegué para hacer una sustitución [cubrió la plaza del fallecido Enrique Ruiz Vadillo], así que solo estuve seis. Después volví al Supremo, donde me jubilé en el 2005», explica. Su objetivo y el de su esposa hubiese sido retirarse a Galicia, pero «la vida» le hizo cambiar de planes. «Las hijas se casaron allá y allá nacieron mis seis nietos [el séptimo está en camino], así que al final decidimos quedarnos en Valladolid, pero seguimos volviendo todos los veranos», explica.

Regresan a A Coruña, donde tienen un apartamento, y desde allí hacen escapadas a Malpica, localidad en la que se siente orgulloso de haber nacido y donde conserva algunos familiares -«por desgracia cada vez menos», dice melancólico-.

Se enorgullece tanto de sus orígenes -«mi familia paterna era una familia humilde de pescadores y mis abuelos paternos tenían un ultramarinos»-, que no duda en corregir a todos aquellos que resumen sus orígenes diciendo que es coruñés. «Recuerdo que en mayo de 1999 vine a A Coruña a participar en un curso del Colegio de Abogados y coincidió con el partido en el que el Dépor ganó la liga. No sé por qué, pero por ese motivo me hicieron una entrevista y yo insistí en que pusiesen que había nacido en Malpica. Solo viví allí cinco años, pero soy malpicán», explica sin dejar de sonreír y con una profunda voz radiofónica.

«Cuando era joven había dos cines y antes de cada película ponían la gramola»