Autarquía frente a urbanización

Jaime Valdés Parga

CARBALLO

30 jun 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Parece que todos los planes de ordenación del ámbito rural gallego tienden a suprimir las casas aisladas y a concentrar la población en cascos urbanos delimitados y dotados de todos los servicios. Todo en aras de un hipotético ahorro, al no tener que dotar a las casas dispersas de los servicios. Ventajas materiales que solo se pueden considerar tales desde el punto de vista municipal y de las multinacionales, pero discutibles desde el del ciudadano.

En todo el mundo los arquitectos y agrónomos han desarrollado lo que se llama la casa autosuficiente: autosuficiente en electricidad, en combustibles, en la producción de alimentos...

En cuanto a la proliferación de pistas, no depende de las casas, sino de los servicios a las fincas, a las que hoy no se puede acceder si no es con algún vehículo y que solo se puede paliar con la concentración parcelaria de todo el país.

Respecto a los combustibles, la biomasa, tratada en unos sencillos digestores daría el metano necesario para prescindir del butano, con la posibilidad de que cada paisano podría tener limpios sus pinares al usar la leña para obtener abono y fuego. Si le sobrase biomasa se puede comprimir el gas y utilizarlo en vehículos o producir electricidad para almacenar en baterías.

En cuanto a la electricidad, estas casas pueden recurrir a la fotovoltaica y a la eólica de bajo voltaje. Se podrían emplear molinillos que moviesen generadores, produciendo corriente de baja tensión acumulable en baterías. Los actuales parques eólicos podrían conectarse a cargadores de baterías en vez de a la red general, permitiendo abastecer zonas de hábitat disperso. Asimismo, se podría usar la energía eólica para obtener hidrógeno de mar y llevarlo por gasoductos a una cota alta y allí abastecer una central térmica.

Volvamos a nuestro labrador. ¿De verdad es una buena solución que se le ubique en una grillera de pisos teniendo que pagar todos los servicios? ¿De verdad le saldría más barata la vida? No lo podemos creer.

En su casa aislada, rodeada de su huerta, con su pequeño estanque de carpas, limpiando maleza de sus pinares, reduciendo las probabilidades de incendios, al tiempo de obtener en su digestor de biomasa todo el gas que necesitase. Con sus electrodomésticos de bajo voltaje servidos por baterías cargadas por alguno de los sistemas de los que ya hemos hablado volvería a ser un hombre satisfecho, adaptado a su medio. Con el ordenador conectado a Internet y el teléfono móvil cubriría sus necesidades de comunicación con sus vecinos, suministradores, escuelas...

Y dado el progreso de la electrónica es muy posible que muchos ciudadanos que hoy tienen que vivir en ciudades podrían vivir en el campo y atender a sus clientes sin tener que desplazarse.

Esto nos parece el futuro. Y por ello tendría que ser tenido en cuenta en los planes de ordenación del campo gallego.

Prescindir en las comarcas rurales de la red telefónica, de la tela de araña de las redes eléctricas, reduce el consumo de carburantes, baja la formación de CO2, mejora el ambiente, la convivencia con los vecinos... Esta manera de vivir tiene forzosamente que devolver a la persona los valores que se están perdiendo al desarraigar al gallego de su tierra.

No estoy pidiendo una revolución, pero sí un cambio de objetivos. Tal vez un primer paso sería la absoluta libertad para construir casas aisladas, siempre que sean autónomas.