Tamara cantó de mil «amores»

Santiago Garrido Rial
S. Garrido CARBALLO/LA VOZ.

CARBALLO

La artista sevillana comenzó en Carballo su gira veraniega y se dio una vuelta por su repertorio de diez años de trabajo. Lució voz y luchó contra el mal sonido inicial

27 jun 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

A su favor lo tenía casi todo. Una voz extraordinaria que a estas alturas nadie va a descubrir. Un repertorio amable, de temas agradables de escuchar, algunos conocidos y pegadizos. En contra, el mal sonido con el que empezó (en la parte de atrás de la plaza, llena casi todo el concierto, apena se oía), que se mejoró tras unos temas. Tampoco ayuda demasiado que sus canciones más íntimas son más adecuadas para un teatro o un auditorio que para un espacio abierto donde los pequeños ruidos proceden de todas partes. Salvando las diferencias, como ocurrió en el caso de Dulce Pontes. O el riesgo de que, para los que no conocen sus discos, la mitad de las canciones que interpretó podían parecer la misma.

Con todo, Tamara aprobó de largo en su actuación en el San Xoán de Carballo. El público, al contrario que otras ocasiones, cuando comenzaba a despejar la plaza en seguida si el artista no le satisfacía, aguantó bien la hora y media de concierto, incluidos los dos bises finales. Aguantó en la plaza y en todo el pueblo, porque hacía tiempo que no se veía a tanta gente por las calles, sobre todo en la de la Estrela y alrededores, casi como en los fines de año más exitosos.

Tamara eligió Carballo para empezar su gira veraniega, en la que presenta sobre todo los temas de su último trabajo, titulado Amores . Por nada le coincide con su cumpleaños (26), que celebrará hoy por la noche cantando en Burgos. Empezó con un vestido blanco y acabó con uno negro, entallado, minifaldero y con lentejuelas (llamémosle así). Pelo recogido en coleta, sonrisa permanente y palabras, las justas. A veces, fallaba la conexión escenario-plaza, pese a los aparentes esfuerzos. Pero, con la voz que tiene, siempre se mantiene un nexo muy fuerte con el respetable. Con los medleys (canciones unidas) interpretó casi veinte, utilizando el viejo recurso de alternar las lentas y la menos lentas. Alguna rumba, acordes de guitarra aflamencados, pero sobre todo boleros, melodías que invitan a bailar el agarrado bajo una tenue luz, y no entre apretones y con los ecos de un bingo o una bocina a pocos metros. Rompe la magia, de haberla.

Empezó con los temas de Amores . Si es verdad , La distancia , la rumbita Amores que van y vienen , la dicharachera Cada día... Cuatro encadenadas de aquel disco del 2005 en el que versionó a Julio Iglesias (L o mejor de tu vida , Hey , La carretera y Vuela alto ), que, francamente hacían añorar al original. Sobre todo, en La carretera .

Al octavo tema, cambio de vestuario. Toca el negro, y de nuevo el mismo esquema: movida, lenta, movida. Las letras no ganarán un concurso de literatura (si me dejas, si te dejo, si nos dejan, amor, desamor, mi vida), pero enternecen... si se las deja. En esta transición empezó con el clásico de Roberto Carlos, El gato que está triste y azul , que levantó al público. Qué pena que no siguiese, por ejemplo, con Lady Laura : habría habido lágrimas, seguro.