«Para min a música é do máis bonito que pode haber na vida»

PONTECESO

Castro Lois desea llegar a crear un grupo musical para tocar «por satisfacción propia» y sin ánimo de lucro
Castro Lois desea llegar a crear un grupo musical para tocar «por satisfacción propia» y sin ánimo de lucro CASAL

Su profesionalidad y su buen hacer con la batería le ha permitido tocar con artistas como Frank Sinatra o Lola Flores

26 feb 2021 . Actualizado a las 21:35 h.

A los siete años se puso al frente de una batería en un salón de baile, el de Armando. Allí, cada domingo, había un músico. «Como lles caía en graza, deixábanme tocar con eles», dice. Previsiblemente, los que ya eran artistas vieron en José Castro Lois, Amancio, un futuro prometedor, que lo tuvo (y todavía lo tiene). Nació en A Bugalleira (Ponteceso) el 20 de marzo de 1949. A partir de ese debut, fue «aprendendo a base de facer ruido». Además de la batería, Castro Lois destacaba también por su voz. En ese sentido, empezó cantando con la orquesta Yris, de Baio. «Foron un par de pasodobles con eles, pouquiño tempo», apunta.

Después llegaría el concurso Desfile de Estrellas, con solo doce años, en el teatro Rosalía de Castro, acompañado del maestro Eduardo Dil, autor de Morriña, una letra que José no duda en tararear para recordarla. Allí, ensayaba con un «gran pianista» que trabajaba en Radio Nacional de España. Juntos, tocaban en la orquesta Oriente. En el certamen, el pontecesán obtuvo el segundo premio y la Copa de Simpatía, «porque xa ves o simpático que son», bromea.

Por ese tiempo comenzó a escucharse su nombre artístico, el mismo que hoy luce el establecimiento que regenta en Ponteceso, al lado del centro de salud y en frente al instituto: «Amancio». Entonces, mejor dicho, era El Amancito de la canción. La razón estaba en un buen jugador del Deportivo de la época. El propio Dil le compuso a este un pasodoble, que después Castro Lois presentaría con su voz también en el Rosalía de Castro. Incluso a él se lo presentaron y en su bar está ahora el recuerdo en forma de fotografía, al lado de muchas otras, como la Celsa Bolón o Los Bardos.

Tiene un hermano que cantó en varias orquestas, muy poco tiempo, y un tío, Modesto do Ruco, que también tenía madera de artista. Sin embargo, Amancio llegó, en el terreno musical, mucho más lejos. Tras el Desfile, estudió en el Conservatorio de Música de A Coruña, donde conoció «a un gran batería», José Fraguela. Castro Lois recuerda como en la orquesta Finisterre se ponía al lado de su profesor, «seguindo con el a partitura». En A Coruña coincidió y compartió métodos y experiencias con Jacinto Paredes, acordeonista de Borneiro (Cabana).

El talento de Amancio no pasaba desapercibido: «Dúas señoras estaban interesadas en mandarme estudiar a Madrid, pero miña nai botouse a chorar». Hoy en día, se lo agradece, «porque eu aínda era moi novo». Más adelante, sí llegó el tiempo de salir. Hacia Londres, en el año 73, con 24, y para quedarse allí un total de 27. Se fue ya casado, con Clarisa Fernández, también de A Bugalleira (tienen dos hijas).

Con Frank Sinatra o Machín

Allí, sus primeras actuaciones fueron «cun señor malagueño que tocaba o piano». Todo lo siguiente «foi moi duro e moi bonito», explica. Eran seis horas seguidas tocando, muchas noches, de nueve a tres de la mañana. Sacrificio del que tiene muchos motivos de orgullo. «Frank Sinatra cantou dous os tres compases mentres nós o acompañábamos». Era una fiesta privada para el estadounidense y, tras escuchar algunos de los temas del grupo en el que Amancio tocaba, se les acercó y murmuró: «The Big Band of London». Miró hacia el director y le dijo: «Do mayor». Para Lois Castro son «cousas bonitas que pasan na vida». Y hubo muchas. En el club Costa Brava de Londres, tocó con artistas como Lola Flores, Paquita Rico, Antonio Machín, Antonio Molina o Los Tamara. Con estos últimos, dice, tocó «moito, aquí e alá». Incluso uno de ellos, el filipino Tony, se quedó con Amancio y su grupo.

Hace diez años que él y su mujer regresaron a Ponteceso. «Agora teño este pequeno negocio, pero eu sigo pensando na música», reconoce José. Tuvo varias ofertas, «pero cando metín a batería na funda para marchar de alí dixen que non volvería quitala». Lo cumplió en parte, porque ya no toca profesionalmente, pero ese instrumento que compró en el año 74 en Londres a un americano (250 libras) todavía lo maneja en su bar, a veces en compañía de «bos amigos». En ella se lee el nombre del grupo: Los Tamigos. «Dunha vez que me sento na batería, non teño malos momentos», afirma.

«Para min a música é do máis bonito que hai na vida». Reconoce que tiene el privilegio de pasar buena parte de la suya haciendo lo que le gusta: con 60 años estudia la flauta travesera. Tiene mucho donde elegir, pero se queda «co que aínda non chegou». Su ilusión es crear un grupo, con 5 o 6 personas y tocar por gusto, incluso con fines benéficos. Todavía le queda mucho que ofrecer en su terreno: «Un músico que traballa nisto, nunca se retira».