La presencia de estas dos parejas, aunque mala noticia por la escasez (la disminución ha sido dramática desde 1960, cuando había unos 3.000 ejemplares), es buena en el sentido de que estas aves se mantienen en la Costa da Morte, último reducto (el penúltimo fueron las Illas Sisargas. En Vilán pasan unos dos meses en el islote de Vilán de Fóra, solo accesible por mar. Las dos parejas utilizan, explica Alcaide, una grieta que desde tierra se aprecia con dificultad.
Los ornitólogos de la SGHN explican que, dado el peligro de desaparición de la especie (está incluida en el Libro Rojo de los Vertebrados de España, aunque no se han tomado medidas), no molestan a las dos parejas durante sus observaciones. Por ejemplo, anillándolas.