La prosa y el espíritu de Cela perduran en la villa de Fisterra

Laura Matabuena

CARBALLO

11 sep 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

«Fisterra es la última sonrisa del caos del hombre asomándose al infinito», esta frase, grabada en lo alto de un monolito, define el sentimiento de Cela por la villa en que veraneó varios años, y que expresó en obras como Madera de Boj, novela dedicada a la Costa da Morte. Situado en el paseo de Langosteira, de las entrañas de piedra del monumento surge también un busto del escritor.

De padre español y madre inglesa, nació en Iria Flavia el 11 de mayo de 1916, donde fue bautizado como Camilo José Manuel Juan Ramón Francisco de Jerónimo Cela Trulock. Allí residió hasta 1925, año en que la familia se traslada a Madrid.

Entre 1931 y 1932, una tuberculosis le causó una convalecencia que desembocó en interminables horas de lectura, que años después se convertirían en una fuerte vocación literaria. Esta se refuerza tras dejar sus estudios de medicina para asistir a la Facultad de Filosofía y Letras, donde Pedro Salinas se convertiría en su profesor de literatura, y compartiría tertulias con intelectuales como Miguel Hernández.

Herido durante la guerra civil, en la que combatió del lado franquista, aprovechó esta experiencia para escribir sus primeros poemas, editados en 1945, Pisando la dudosa luz del día.

En 1942, sale a la luz su primer éxito de crítica y público, La familia de Pascual Duarte, cuya temática le trae, sin embargo, numerosos problemas con la iglesia. Poco después abandona definitivamente Derecho, carrera que había comenzado en 1940, para dedicarse de lleno a su faceta literaria. En 1951 editó en Buenos Aires La Colmena, su obra cumbre, que fue inmediatamente prohibida en España.

En 1956, es elegido para ocupar el sillón Q, dentro de la Real Academia de la Lengua. La transición situó a Cela en un lugar alejado de las letras, y entre 1977 y 1979 ocupó, por designación real, un escaño en el Senado de las primeras Cortes democráticas. A pesar de esto siguió publicando a buen ritmo, destacando Mazurca para dos muertos y Cristo versus Arizona.

Ya consagrado, pasó las últimas décadas de su vida recibiendo diversos reconocimientos, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias en 1987, el Nobel en 1989 y el Miguel de Cervantes en 1995. Además, en su octogésimo cumpleaños el Rey le otorgó el título de Marqués de Iria Flavia.

Tampoco le faltaron homenajes, como el que la corporación de Fisterra, siendo alcalde Ernesto Insua, quiso brindarle el 8 de junio de 1998, debido a su vinculación con la villa. A la presentación de la obra realizada por el escultor Luis Caruncho, asistieron, además de las autoridades locales, el homenajeado y su segunda esposa, Marina Castaño. También medio centenar de argentinos del Centro Gallego de jubilados y pensionistas descendientes de emigrantes de la zona aprovecharon su visita a la Costa da Morte para mostrarle su admiración.

Cela murió en Madrid el 17 de enero del 2002, a causa de un paro cardíaco, con 85 años de edad y mucha vida a sus espaldas.