Un entorno mágico arropa el busto del libertador San Martín

Laura Matabuena

CARBALLO

24 ago 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Su posición privilegiada en el entorno del faro de Fisterra le permite observar lo que antaño era la tierra del fin del mundo, donde el mar que lo separa de su país natal se pierde en el horizonte fundiéndose con el cielo azul.

José Francisco de San Martín nació en Yapeyú, Argentina, el 25 de febrero de 1778. En 1784 llegó a España, donde daría sus primeros pasos como militar en el regimiento de Murcia. En su regreso a la patria, el 9 de marzo de 1812, se pondría a las órdenes del gobierno de Buenos Aires, en su lucha por la emancipación. En 1814 asumió el mando del ejército Norte y también el puesto de gobernador de Cuyo, lo que le daría la oportunidad de desarrollar su plan para expulsar a los españoles de Chile y Perú. En enero de 1817 se inició el cruce de la cordillera andina en pro de la liberación chilena, que se aseguraría en la batalla del río Maipú el 5 de abril de 1818, declarándose la independencia el 12 de febrero.

El 20 de abril de 1820 partió de Valparaíso con 4000 hombres del ejército libertador del Perú. Enfrentado a una fuerza cinco veces mayor, llevó a cabo una guerra de desgaste que acabó provocando la rebelión en las filas enemigas. El 10 de julio de 1821 tomó Lima, y el 28 proclamó la independencia del Perú. Sin recursos suficientes para soportar la contienda se vio obligado a recurrir al presidente de Colombia. No se sabe lo que se dijo en el encuentro de Guayaquil, el 26 de julio de 1882, pero Bolívar garantizó la ayuda a Perú, al tiempo que San Martín renunciaba a todos sus cargos.

En febrero de 1824 emigró a Europa para asegurarle una buena educación a su hija Mercedes, a la que un año después dedicaría sus famosas máximas. Residió en diversas ciudades, para acabar sus días en Francia, donde murió en Bougne-sur-Mer, el 17 de agosto de 1850. Sus restos repatriados en 1880 descansan actualmente en un mausoleo de la catedral porteña, en un país donde no hay lugar que no tenga una plaza o calle a su nombre.

Su busto en Fisterra reposa sobre una base de piedra. La obra de Agustín de La Herrán Matorrás pasó antes por Corcubión, de donde fue retirada, no sin polémica, por las autoridades locales. Esto llevó a un grave conflicto con diversas asociaciones iberoamericanas, debido al cariz de héroe que ostenta entre estos pueblos, tanto así que al visitar la estatua suelen colocarle velas u ofrendas florales.

Su nueva ubicación se estrenó en 1980, en un acto al que asistió Valentín Castrege, alcalde fisterrán y promotor de su recuperación. También acudió el entonces presidente de la Xunta, José Quiroga Suárez, y el secretario de Estado, Robles Piquer, así como representantes del Instituto Español San Martiniano y el Embajador argentino.