Baja en las filas del voluntariado

CARBALLO

JOSÉ MANUEL CASAL

Crónica | La muerte de un luchador El lituano Antanas Biskantas, que se enfrentó en Muxía con el fuel del «Prestige», falleció el miércoles en Santiago tras luchar durante un año contra un cáncer

01 abr 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Antanas Biskantas, Antonio el Lituano, cerró el jueves con su muerte algo más que su vida. El hombre que llegó con el «Prestige» repartió, entre los que estuvieron con él, ganas de vivir y ejemplos de cómo hacerlo con valor hasta el final. Vivió 44 años y los dos últimos lo hizo en Muxía, el pueblo al que llegó un 23 de noviembre del año 2002, tres días después de que un autobús lo dejase con un amigo en Caión, a donde llegaron dispuestos a dejarse la piel limpiando. Lo hizo. Los voluntarios que compartieron chapapote con él no olvidan su fuerza y su tesón, y un acusado sentido de la justicia que le hacía ver que con ese trabajo se pagaba la comida y el alojamiento. Si todos los voluntarios hubieran sido como él ahora no habría fuel ni dentro del petrolero. Llegó a Muxía confundiéndose entre los miles de voluntarios que entonces llegaban a la localidad, pero él se quedó mientras la marea blanca se iba diluyendo en el ritmo que a cada uno le marcaba su vida. La de Antanas quería ser nueva y su punto de partida era Muxía. Su buen humor, sus ganas de vivir y su esfuerzo en el trabajo se dejaban sentir en todo el pueblo. Pero poco tiempo tuvo de demostrarlo. Hace cerca de un año le detectaron un cáncer, una metástasis de la que no pudo salir. Los médicos le dieron cuatro meses de vida, pero con la misma fuerza aguantó más. Aquellos que lo cuidaron hasta el final saben que no se quejó nunca, ni siquiera cuando cerró los ojos por última vez en el hospital en Santiago. Unos días antes seguía planificando sus días con ilusión, trabajando para poner a funcionar su coche. Lo hacía con los huesos frágiles y la respiración difícil. Pero no pudo seguir. Ingresó el martes en Santiago y a la mañana siguiente la enfermedad vencía. Ayer su cuerpo era incinerado en Ferrol. Sus cenizas volvieron a Muxía a la espera de que su familia vaya a recogerlas. En Muxía se quedará, para siempre su recuerdo. El sábado se celebra, en el santuario de A Barca, a las seis, el funeral por Antanas Biskantas, voluntario del fuel y, sobre todo, voluntario de espíritu para echar una mano a quien lo necesitara sin pedir nada a cambio.