El disfraz no entiende de edades

Gabriel Riveracarballo

CARBALLO

Más de un millar de personas participaron en el pabellón Bergantiños en la fiesta de carnaval de la tercera edad promovida por el Concello de Carballo

04 mar 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

Juan, Ramón y Luis llevan una camisa fuxia más chillona que Boris Izaguirre en excitado estado de efervescencia y americana y pantalón blanco. Dejan sus instrumentos de vientos y se acercan al centro del escenario. Les ha tocado hacer de las Ketchup y mientras su compañeras de la orquesta Trébol atinan con el trabalenguas de la letra del Aserejé , ellos se afanan con la coreografía entrelanzando sus brazos y lanzándolos al aire, las más de las veces con mejores intenciones que resultados. A pie de pista, los más animados del millar de personas mayores que se han acercado hasta la fiesta con la que el Concello de Carballo da por finalizado el carnaval, tratan de seguirles el ritmo. Las intenciones también son loables. Los hay que se apuntan al que el suelto no tienen carne ni pescado y el Aserejé también lo danzan bien amarrados. En realidad, bailan agarrados esta canción, Chayanne, David Cevera y lo que caiga. Hay quien piensa que si la musica parara ellos seguirían fajándose hasta que el cielo se desplomase sobre sus cabezas. Kit de supervivencia Todo empezó pasadas las cinco de la tarde cuando empezaron a llegar los primeros invitados. Nada más entrar en el pabellón Bergantiños recibían el kit de supervivencia para la diversión: un gorro, un antifaz, un collar hawaiano, una serpentina y un matasuegras. Luego, la manada se dividía en dos. Los que pasaban directamente al baile y los que se sentaban en los sillas y en los bancos de las gradas. Los primeros no atendían ni a la merienda que se les prestaba. Y por no obedecer, casi ni reaccionaban ante ningún estímulo externo que no fuese la propia la música. Pieza tras pieza, el hombre ciñendo el talle y la mujer el cuello, se deslizaban los pasodobles. Aurelio sale a fumar un cigarro a las puertas del polideportivo. Dice que le gusta mucho más la fiesta desde que dejan entrar a todo el mundo y no sólo a los jubilados. Apura el Ducados mientras comenta que le gusta ver a la gente disfrazada y divertiéndose, aunque él no de un sólo paso de baile en toda la tarde. Es de esos tipos extraños que disfruta con el regocijo ajeno. En el interior sigue la fiesta: pocos disfraces, la orquesta que no para sonar y muchas parejas entrelazadas, que se va don carnal con sus ganas de pecar y llega doña Cuaresma y Semana Santa, que son tiempos más recatados.