Una publicación de la Universidad de Harvard contaba ya en el 2017 que transportar en avión una tonelada de alimentos emite 70 veces más dióxido de carbono que transportar ese mismo peso en un barco mercante. «Eso significa que un producto que vuela desde Chicago a Boston tiene una huella de carbono significativamente mayor que uno enviado a 11.000 millas desde Asia a California», explica este artículo. Pero quizá más que esa conciencia medioambiental, lo que más pesa entre los consumidores a la hora de elegir estos alimentos es que sean producidos por pequeños agricultores y ganaderos locales pegados al territorio.