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¿Cómo la agricultura de conservación ayuda al suelo, al aire, a la biodiversidad y a los agricultores?

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Evita la pérdida de unas 13 toneladas de suelo por hectárea con respecto a las práctica convencional

23 may 2022 . Actualizado a las 18:13 h.

Conservar y mejorar los suelos, además de hacer un uso más eficiente de los recursos naturales. Esos son los principios que guían la conocida como Agricultura de Conservación, un modelo agrícola que entronca con los principios de respeto al medio ambiente que promulga la nueva política agraria común (PAC) en línea con el Pacto Verde Europeo, hecho público por la Comisión Europea en el 2019, y las estrategias De la granja a la mesa y Biodiversidad. Según un informe de PWC publicado el pasado septiembre y financiado por Bayer, este modelo agrícola evita la pérdida, por el efecto del agua y viento, de cerca de 13 toneladas de suelo por hectárea y año con respecto a la agricultura convencional, «lo que supone un ahorro económico en términos de depreciación evitada de 157 millones de euros anuales». 

Pero en qué se fundamenta este modelo productivo. Uno de sus pilares es la no alteración del suelo agrícola mediante el laboreo. Mantener la cubierta vegetal permanente en la superficie y promover la rotación o diversificación de cultivos. Algunas de estas prácticas fueron incluidas dentro de los ecoesquemas que recoge el Plan Nacional para la Aplicación de la nueva PAC que ha elaborado España y, por tanto, pueden ayudar a que este tipo de agricultura vaya ganando terreno en el país. El informe de la consultora PwC apunta que, según los últimos datos disponibles, en España había 2,1 millones de hectáreas cultivadas en base a los principios de la agricultura de conservación, lo que equivalía a un 15 % de la superficie agrícola cultivada. En esos terrenos se producían unos 11,9 millones de toneladas con un valor de 3.668 millones de euros.

El modelo, según los expertos, aporta beneficios sobre el suelo, el aire, el agua, la biodiversidad y también al agricultor. No arar una finca, por ejemplo, ayuda a que el suelo absorba el carbón secuestrado por las plantas a la hora de realizar la fotosíntesis. Además se reducen las emisiones de CO2 porque el CO2 que se ha fijado en el suelo no se libera, y al no ser preciso usar maquinaria para roturar reduce el consumo de combustible. 

Al mantener la cobertura vegetal el suelo también sale muy bien parado. Porque ese manto natural previene la erosión propia del agua o el viento. Al no tener tanta incidencia la lluvia o el viento sobre el suelo este es capaz de aumentar la materia orgánica, lo que le aporta un mayor número de nutrientes, mejorando su fertilidad. 

El hecho de no roturar la tierra, combinado con el mantenimiento de esa cobertura vegetal, ayuda a que en el suelo se desarrollen microorganismos, lombrices o insectos de lo más diverso. Cada uno ejerce su función manteniendo el equilibrio de especies, además de fomentar la biodiversidad. De hecho, pueden multiplicar el número de seres vivos que habitan en el suelo entre 2 y 7,5 veces más que la agricultura convencional. 

Todos estos beneficios pueden ayudar a dinamizar las zonas rurales combatiendo la despoblación.  

Pero la agricultura de conservación también aporta múltiples beneficios a los agricultores. Al no tener que roturar la tierra ganan tiempo para dedicar a otros trabajos propios de la explotación; ahorran energía al no tener que utilizar tanta maquinaria y mejoran la rentabilidad de las explotaciones al reducir los costes operacionales