Solo hay un futuro: el sostenible

M. Casal REDACCIÓN / LA VOZ

BIODIVERSA GALICIA

MABEL RODRIGUEZ

Más de 9.900 empresas han firmado ya a nivel global los objetivos de la Agenda 2030 para crear un modelo de crecimiento y generación de riqueza respetuoso con el planeta y sus habitantes

20 oct 2019 . Actualizado a las 05:06 h.

Ocurrió en Nueva York. El 25 de septiembre del 2015. Casi 200 líderes mundiales se vieron las caras para aprobar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, una hoja de ruta llamada a transformar de forma radical la forma en la que la humanidad se relaciona con el planeta. Como todo lo bello, aquel era un documento simple. Esbozaba 17 retos. Apenas un puñado de ideas fuerza que, en conjunto, esconden un potencial disruptivo en todo tipo de ámbitos: sociales, medioambientales, económicos, políticos. Lo que ha pasado desde entonces no ha hecho otra cosa que consolidar la necesidad de ponerlas en práctica. El mundo asiste hoy a una era de cambio inducida por realidades como la emergencia climática o las crecientes desigualdades. Una etapa que ya ha logrado sumar voluntades, empresas y particulares concienciados con la necesidad de emprender una tarea que, por encima de todo, es colectiva.

Queda mucho camino por recorrer, cierto, pero ya ha trascendido alguna cifra esperanzadora. Más de 9.900 empresas a nivel global han suscrito el Pacto Mundial de Naciones Unidas, esos 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) que se traducen en 169 metas. Metas que quieren «transformar la economía y los mercados para que sean sostenibles», para que nadie se quede por el camino. En definitiva, una nueva forma de entender los negocios y la creación de riqueza en la que sigue primando la rentabilidad, por supuesto, pero también la generación de impactos sociales, beneficios para las personas y para el entorno en el que vivimos.

El potencial de los 17 ODS se explica en buena medida por su capacidad de síntesis, por la concisión de lo que plantean: fin de la pobreza; hambre cero; salud y bienestar; educación de calidad; igualdad de género; agua limpia y saneamiento; energía asequible y contaminante; trabajo decente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructura; reducción de las desigualdades; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo responsables; acción por el clima; vida submarina; vida de ecosistemas terrestres; paz, justicia e instituciones sólidas; y, por último, alianzas para lograr los objetivos. Cada una de estas propuestas se desarrolla por medio de retos más concretos, acciones que las empresas (y también los particulares) pueden poner en práctica en su día a día para diseñar y edificar el único futuro posible.

Hace solo unos días, la Red Española del Pacto Mundial publicaba un exhaustivo informe para celebrar el cuarto año de vida de la Agenda 2030 en el que analizaba la implicación de las empresas del país en esta cruzada. Un análisis trufado de señales, algunas positivas, otras no tanto. Un valioso ejercicio de concienciación definido con precisión por el presidente de este organismo, Ángel Pes: «Se necesitan líderes empresariales convencidos, que desde la alta dirección expandan el mensaje de los ODS dentro y fuera de la organización, y empresas líderes, dispuestas a firmar compromisos ambiciosos que activen una auténtica transformación».

Velocidad de crucero

Pes insiste en que ha llegado la hora de acelerar el proceso, de sumar soldados a una causa que cada día recibe más señales de alerta. Y que ha de encontrar necesariamente en el sector privado su velocidad de crucero. Un motor que por el momento marcha a dos velocidades, ya que si bien las grandes corporaciones están mostrando un compromiso inequívoco con los ODS (solo en España, por ejemplo, el 86 % de las firmas del Ibex han suscrito este pacto), por contra la respuesta de las pymes aún no ha alcanzado la penetración necesaria. Un 78 % de las pequeñas y medianas empresas no conoce, o solo de forma superficial, la Agenda 2030.

El salto definitivo, con todo, podría estar al alcance de la mano, ya que ocho de cada diez pymes españolas lleva a cabo en la actualidad acciones en alguno de los ámbitos recogidos en este documento: igualdad de género, medio ambiente, salud, seguridad... Subirse a este tren, así pues, estaría mucho más cerca de lo que parece. El trabajo por ejemplo de firmas como la gallega Agroamb sería una muestra de ello, así como del compromiso que España está demostrando en esta carrera, habida cuenta de que 1.280 de las 9.900 compañías (un respetable 13 %) que se han adherido a los objetivos a nivel mundial están domiciliadas en territorio hispano.

Agroamb es una de las pocas pymes que pertenece al comité ejecutivo de la Red Española del Pacto Mundial, además de ser la única firma gallega en este órgano. La empresa, dedicada a la producción de fertilizantes orgánicos, ha alineado toda su estrategia de negocio para cumplir con los 17 objetivos de desarrollo sostenible y está realizando un trabajo muy intenso para inspirar a otras pymes en esta senda.

Y este es un punto central de la estrategia que sigue el Pacto Mundial: convencer a las empresas de su capacidad tractora. Dado que son las grandes protagonistas en la creación de riqueza, la forma en la que alcanzan este objetivo es, ha sido y será determinante para configurar el mundo que viene. Pero también por su posibilidad de hacer proselitismo. De influenciar a la población sobre la importancia de esta transformación, seguramente la otra gran asignatura pendiente en esta aventura.

El trabajo de todos

El informe advierte que solo el 12 % de los ciudadanos de la Unión Europea (un 13 % en España) están al corriente de las metas fijadas en la Agenda 2030. Y ello a pesar de que un poco de muchos es mucho, y de que concienciar a la población en ámbitos como el consumo responsable o el respeto medioambiental supondrían un paso adelante de gran valor para llegar a buen puerto. La Red del Pacto Mundial ha divulgado en los últimos tiempos documentos de espíritu ciertamente pedagógico en los que se ofrecen sencillos consejos que, en caso de obtener un seguimiento colectivo multitudinario, desencadenarían efectos más que positivos para la transición que se pretende conseguir: ahorrar energía enchufando todos los electrodomésticos en una regleta, utilizar la banca online para ahorrar papel, comprar en empresas responsables, apagar las los televisores y pantallas del ordenador, instar a las autoridades a subirse a este carro participando en los procesos públicos... Sumando voluntades, en conclusión, para pensar y constuir el mañana.