El día que Ana evitó el desastre en Galicia

Xavier Fonseca Blanco
XAVIER FONSECA REDACCIÓN / LA VOZ

BIODIVERSA GALICIA

El río Támega, antes y después del paso del ciclón Ana
El río Támega, antes y después del paso del ciclón Ana Á. Vaquero

Pocas veces se ha recibido con tanta alegría una ciclogénesis explosiva

10 dic 2018 . Actualizado a las 13:51 h.

En diciembre del 2017 Galicia se encontraba al borde del colapso hídrico. Vigo había declarado el estado de emergencia por la situación de sus embalses e incluso se cuestionaba la calidad del agua para el consumo. La ausencia de lluvias también había hecho emerger viejos poblados como el de Portomarín, inundado en los años 60 para construir la presa de Belesar. El responsable de aquella situación era más que conocido, el anticiclón de las Azores. Las altas presiones no dieron tregua en todo el año, daba igual la estación. En marzo los termómetros alcanzaron los 30 grados y las playas estaban llenas. Galicia parecía Canarias.

Lo que en principio parecía una situación anecdótica comenzó a prolongarse en el tiempo. Por si fuera poco, en aquel contexto de sequía, en octubre llegó el ciclón Ophelia y la comunidad ardió por todos lados en solos unas horas.

Noviembre agravó la crisis porque al ser un mes climatológicamente muy húmedo, se esperaba que por fin llegase la ansiada lluvia, algo que no ocurrió. Durante los primeros diez días de diciembre también se mantuvo la misma dinámica atmosférica. El anticiclón estaba situado al norte de la Península, con una elevada presión y ejerciendo de bloqueo, impidiendo el paso a las borrascas. Y de repente todo cambió. De un día para otro. Fue hace justo un año. Su nombre era Ana.

Pocas veces se ha recibido con tanta alegría una ciclogénesis explosiva. Al margen de los destrozos que provocó, su visita fue un milagro meteorológico. El frente que cruzó Galicia era muy activo y descargó mucha precipitación, más incluso de la prevista. En dos jornadas se acumularon en la provincia de Pontevedra, la más castigada por la sequía, hasta 230 litros por metro cuadrado. En pocas horas, el embalse de Eiras se llenó casi por completo. Las lluvias torrenciales también permitieron aliviar la situación de otros muchos embalses gallegos.

La borrasca había evitado el desastre. Pasará a la historia además por ser la primera nombrada oficialmente por la Agencia Estatal de Meteorología. Cuando Ana abandonó la comunidad gallega, regresó el tiempo seco. El fantasma de la sequía seguía sobrevolando pero la borrasca no solo devolvió la lluvia a la comunidad, sino que hizo algo todavía más importante, romper la racha del anticiclón. Las altas presiones se retiraron hacia el sur y la puerta quedó abierta para que entrasen más ciclones. El siguiente, Bruno, no tardó mucho. Después vendrían Carmen, David, Emma, Felix, Gisele, Hugo e Irene. La temporada de potentes borrascas se prolongó hasta finales de abril. Aquel carrusel permitió desactivar el nivel de prealerta.