Ángela Fernández, de alumna a profesora en el mismo centro: «Mestres que me deron clase, agora son meus compañeiros»

Laura Ríos
laura ríos RIBEIRA / LA VOZ

RIBEIRA

CARMELA QUEIJEIRO

Las vicisitudes del destino hicieron que la barbanzana entrase a hacer una sustitución en el 2013, lo que desembocó en un contrato indefinido en el año 2016

01 jun 2023 . Actualizado a las 10:44 h.

A pesar de que parecen todas iguales, llenas de niños y pupitres verde claro, lo cierto es que no todas las aulas lo son. Quizá no es tanto por la diferencia en la construcción como el valor sentimental que acaban adquiriendo los muebles y decoraciones, testigos del paso de las generaciones y la necesaria transmisión de conocimientos.

Las clases también dependen de un simple pero enrevesado juego de perspectivas. Los alumnos miran al maestro en busca de saberes, mientras este ve en los niños una estructura incompleta que necesita tiempo y mucho mimo para llegar a lucir su mayor potencial. Esta lluvia de sentimientos mezclados con responsabilidad fue la que empapó a Ángela Fernández cuando se sentó por primera vez en su asiento de nueva docente en el Galaxia, el colegio donde ella misma se crio: «Chorei cando sentei na mesa de profesor, sabía que comezaba algo moi bonito para min».

Quizás las lágrimas la embargaron porque el camino para llegar hasta allí no había sido fácil. Antes de descubrir que la enseñanza era lo suyo, la ribeirense estudió logopedia, profesión por la que sentía una gran pasión, aunque siempre pensó que le faltaba algo. «Estaba contenta no meu traballo, pero eu necesitaba algo máis, algo que me achegara máis aos nenos», declara.

Amor por los niños

Esta motivación la llevó a sacarse la carrera de Magisterio a distancia y acabar haciendo prácticas en su antiguo colegio. Aunque fantaseaba con enseñar en el mismo sitio donde había estudiado desde infantil hasta segundo de bachiller, lo cierto es que pensaba que aquella sería misión imposible: «Soñaba coa idea de ser profesora algún día, pero as cousas estaban complicadas». Las vicisitudes del destino hicieron que la barbanzana entrase a hacer una sustitución en el 2013, lo que desembocó en un contrato indefinido en el año 2016.

Según ella, son muchas las cosas que han cambiado desde que ella estaba al otro lado de la mesa, como la capacidad de los niños de concentrarse en una tarea determinada. «Hoxe en día hai moitos elementos que fan que a atención dos rapaces non estea preferentemente nos libros, pero non podemos xeneralizar», piensa.

Otra vertiente de estas variaciones en los escolares se nota en como se trata al equipo docente: «Eu penso que antes nos fogares a figura do profesor era moi respectada e valorada. Hoxe en día teño dúbidas. Non se pode tratar ou falarlle a un mestre coma se fose un colega»

La docente, con una fuerte unión emocional con su trabajo, explica que la parte más difícil de llevar psicológicamente es la obligación que siente consigo misma y con los pequeños de sacarlos adelante a todos, sin dejar a nadie atrás: «Cada vez temos máis alumnado que vén de outros países, tamén alumnado con dificultades, e o noso obxectivo é proporcionarlle coñecementos a todos, acompañalos todo o posible no camiño do ensino».

Las paredes del Galaxia no solo encierran horas de estudio y dedicación de la ribeirense, si no también anécdotas para toda la vida. Cuenta que cuando tenía 12 o 13 años leyó para la asignatura de castellano un libro titulado La importancia de llamarse Ernesto y que la obra tuvo tal poder sobre ella, que la hizo reflexionar sobre la realidad social que la rodeaba y prometerse que su futuro hijo —que está en el colegio de su madre— se llamaría así. «Hoxe en día chegamos a un consenso e non se chama así, pero a miña familia e os meus amigos preguntan por como lle vai ao noso pequeno Ernesto».