El ponte de O Carreiro: un paseo hasta donde acaba el mar

Celia Riande García
Celia Riande RIBEIRA

RIBEIRA

CARMELA QUEIJEIRO

Situado en Aguiño, Ribeira,  es una construcción que une un conjunto de islotes mediante un accesible paseo, fantástico para disfrutar de unas vistas inmejorables de las Illas Atlánticas

30 abr 2023 . Actualizado a las 14:43 h.

En ocasiones, no hay nada como tejer caminos para unir lo que la naturaleza consideró como irreconciliable, logrando que el ser humano sea quien de volver a conquistar territorios inaccesibles, haciendo suya su tierra. Un ejemplo es el puente de O Carreiro, una construcción de gran escala que une la zona portuaria de Aguiño con los distintos islotes que se encuentran frente a la fachada marítima, uniendo ambas zonas mediante un amplio paseo peatonal. Sin embargo, lo que inicialmente puede parecer un simple viaducto de paso para animadas familias, deportistas o románticos, cuenta con el poder de transformarse guiado por la luna, siguiendo los rítmicos vaivenes de las ondas del mar.

Con la marea alta, el paso permite caminar sobre las aguas, rozando con las puntas de los dedos la frescura de las olas al romper. Se convierte en un puente a la nada, en un islote más desde el que observar A Illa de Arousa y los archipiélagos de Ons y Sálvora, que vigilan desde lo lejos toda la ría. Pero, cuando las agujas del reloj giran y el nivel de la marea baja, la zona del puente de O Carreiro se transforma en un camino infinito, que se extiende más allá de donde alcanza la vista, hasta donde acaba el mar.

Se descubren entonces las rocas, con toda la vida que se aferra a ellas. Aumenta también el territorio por explorar, descubriendo, una vez subidos los puentes y recorrida la extensión del sendero infinito, una serie de pequeñas playas, tan efímeras como hermosas, donde la marea deja un gran cofre repleto de tesoros para aquellos dispuestos a buscarlos.

Allí, en esas calas ocultas a simple vista, se esconde un rincón secreto donde el único ruido apreciable es el de las olas rompiendo, anunciando como un reloj amenazador que no conviene ensimismarse disfrutando de conchas, sonidos e incluso aromas, ya que el tic tac del mar no perdona a quienes se despistan, tragando de forma caprichosa todo lo que tan solo unas horas antes decidió descubrir.

Sin embargo, como con otras tantas cosas, no es solo digno de ver el final del paseo, sino que el largo espigón se convierte todos los días, especialmente cuando el tiempo acompaña, en una auténtica autopista, un paseo de viandantes, ciclistas y todo tipo de perfiles dispuestos a disfrutar de las impresionantes vistas, ya sea a plena luz del día, con las tenues luces de la noche que titilan en el mar o cuando reinan los tonos ámbar del atardecer.

El puente de O Carreiro no solo une islotes, sino que permite apreciar parte de la identidad de la zona con un solo giro de cabeza. A la izquierda, la playa de O Castro y punta Castiñeiras todavía recuerdan, pese a que ya solo se conserve en la memoria, la antigua fábrica de salazón que durante tanto tiempo preservó las huellas de otros tiempos. A la derecha, el puerto de Aguiño, su potente actividad y su vigente astillero resisten dispuestos a recordar la identidad marinera de la zona, que también alcanza más allá de donde termina el mar.