Perros de la Pradera, el grupo de motoristas que recorre las carreteras barbanzanas: «Tenemos una relación de absoluta hermandad»

Celia Riande García
Celia Riande RIBEIRA / LA VOZ

RIBEIRA

MARCOS CREO

Los integrantes del club ribeirense realizan rutas por la zona todas las semanas

02 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Está claro que algo debe tener la carretera para que enganche a tantos amantes del asfalto. Puede que sea la velocidad, el viento, o una necesidad de abstraerse del resto del mundo, pero lo que está claro es que, por mucho que cambien los tiempos y los coches evolucionen, hay algo en la conducción, especialmente cuando hablamos de vehículos antiguos o de coleccionista, que atrapa a todo aquel que mete la nariz en el mundillo.

Quienes conocen bien este sentimiento son quienes hacen del asfalto su pasatiempo favorito, ya sea a nivel individual o agrupándose con otros apasionados de las dos ruedas para compartir una misma afición. Con este objetivo nacía el Motoclub Clásico Perros de la Pradera, que pese a no estar constituido oficialmente, está formado por pilotos que han ido uniéndose hasta convertirse en un círculo inquebrantable.

El comienzo de esta agrupación ribeirense surgiría por uno de esos caprichos que tiene a veces el destino, algo que explica uno de los miembros y portavoz de Perros de la Pradera, Juan José Sampedro: «Todo empezó en el año 1993, cuando me dirigía al trabajo. Tenía un Porsche que acababa de comprar, y en una curva una moto me sacó de la carretera, dejándome un año sin poder trabajar. Quise recuperar el coche que tanto trabajo me había costado, y mis amistades y yo empezamos a adquirir trastos viejos, coches antiguos... Nos ayudábamos entre todos, y pronto empezamos a ir a concentraciones».

Ahora, el grupo consta de doce miembros, aunque no está cerrado, que cuentan con vidas y profesiones completamente dispares: «Nos ponemos de acuerdo para salir según los compromisos de cada uno, porque los hay que viven en otra ciudad, alguno que va al mar... Todos tenemos situaciones distintas».

Rutas y paseos

En cuanto a la filosofía de los Perros de la Pradera, lo cierto es que Juan José Sampedro señala que nada tiene que ver con llamar la atención o incumplir las normas en ningún sentido: «Lo que hacemos es juntarnos, dar paseos con calma e intentar ir conociendo las carreteras mediante pequeñas rutas que sean asequibles para todos. Además, solemos ir a las distintas concentraciones que hay en Galicia de coches y motocicletas antiguas o de coleccionista, porque es algo que nos apasiona».

Sobre cómo se deciden los recorridos que realizan prácticamente cada semana, Sampedro asegura que lo que pretenden es que cualquier decisión sea lo más democrática posible: «Lo que buscamos es que cada vez sea un miembro distinto el que dirija al grupo, estar todos al mismo nivel y que las cosas sean lo más naturales posible».

En cuanto la relación con otras agrupaciones y motoristas particulares, el portavoz de Perros de la Pradera afirma que el ambiente en las reuniones siempre es fantástico: «A veces ves a gente que puede imponer respeto de lejos, con chupas de cuero, pendientes y pelo largo, pero las apariencias suelen engañar, escondiendo personas que resultan ser maravillosas».

Cuestión de hermandad

En este sentido, el ribeirense hace hincapié en el sentimiento de solidaridad que existe entre los moteros, tanto en el propio grupo como con otros: «Nosotros tenemos una relación de absoluta hermandad, pero esta se mantiene aun con los motoristas de fuera del grupo. Podemos dar un poco de miedo a veces, con el casco y todos de negro, pero es todo fachada».

Al preguntarle al representante de Perros de la Pradera sobre cuál es el factor que tanto engancha de las dos ruedas, Juan José Sampedro lo tiene más que claro: «Lo que atrapa es la sensación de absoluta libertad. Puedes ir a donde quieras cuando te da la gana, y la velocidad hace que te olvides de todo».

Sin embargo, reconoce el motorista, esta gran ventaja conlleva también algún que otro riesgo: «Tienes que tenerle respeto a la carretera, porque ves lo frágil que eres. Los motoristas debemos ser los únicos que, cuando vamos en coche, también atendemos al suelo, porque ese miedo nunca desaparece».