Una pobrense con un siglo que cocina, lee el periódico sin gafas y hace obras en casa

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

RIBEIRA

CARMELA QUEIJEIRO

Quienes conocen a Quica Simil se sorprenden de su vitalidad y de la alegría que derrocha

02 ene 2022 . Actualizado a las 11:29 h.

Cada vez es menos excepcional encontrar a personas que llegan a soplar un centenar de velas, pero alcanzar el siglo de vida con la vitalidad y la buena salud de la pobrense Francisca Simil Mariño, conocida por todos como Quica, sí que no es habitual. Transmite energía y fuerza nada más verla, una sensación que se confirma cuando narra su día a día: «Levántome tarde, a iso das dez, lávome, vístome, fago e tomo o almorzo, limpo a cociña e ala, vou camiñar». Asegura que las tardas son más relajadas y se caracterizan por una siesta, sea verano o invierno, y otro paseo.

Pero este es un primer y escueto resumen que Quica Simil hace de sus rutinas, para acabar desvelando que son mucho más variadas. Trabajó desde que era niña, cuando su madre se quedó viuda, y ya nunca más fue capaz de permanecer inactiva. Todavía recuerda cuando, varias veces por semana, se desplazaba desde A Pobra andando hasta Noia para regresar cargada de maíz que luego vendía en Ribeira: «Traballei moito, pero moito. Había que facelo para axudar a miña nai, que tiña que criar catro fillos».

Siendo casi una cría entró a formar parte de la plantilla de la fábrica de Pereira y allí se jubiló: «Fixen de todo, estiven nas máquinas e tamén era a carpinteira, facía as caixas para enviar as latas. Traballei moito, pero tamén o pasei ben». Aún ahora, no duda en armarse con puntas y un martillo para reparar en casa lo que haga falta. Tampoco se la da mal la albañilería: «Se hai que botar cemento, aí estou eu, e se hai que pintar tamén». Pero su fuerte siempre fue la huerta: «Antes botaba de todo, patacas, chícharos... Gustábame moito. Agora atendo as plantase e corto a herba».

Gran cocinera

La cocina constituye otro de los fuertes de Quica Simil: «Fago empanadas para toda a familia e tamén cocido, aínda o preparei o domingo». Quienes la conocen, y son muchos, puesto que se suele sentar a tomar el sol en la puerta de su casa, próxima a la playa de Cabío, y charla con vecinos y turistas, se sorprenden de su vitalidad, que tampoco pasa desapercibida a los ojos de sus propios familiares. Uno de sus hijos explicaba que hace un par de meses tuvo que leerle una noticia publicada en La Voz de Galicia, porque a él se le habían olvidado sus gafas y ella no las necesita.

La propia Quica, que justo hoy cumple cien años, desconoce el secreto de su longevidad: «Penso que me ven de familia, porque miña nai morreu con 97 anos e as miñas tías tamén tiñan máis de 90». Añade que tampoco se cuida de una forma especial: «Como de todo, o que máis me gusta é o peixe fritido».

«Vivir co coronavirus é duro, pero era peor cando había fame»

Ni qué decir tiene que la irrupción del covid ha influido en el día a día de Quica Simil: «Esta é outra vida que non ten nada que ver coa que tiñamos antes». Echa en falta, sobre todo, las reuniones familiares, pues la pandemia le ha impedido celebrar estas Navidades y su centenario rodeada de todos los suyos. Aún así, asegura que esta no está siendo para ella la peor de las etapas: «Vivir co coronavirus é duro, pero era peor cando había fame. Cando meu pai morreu, miña nai quedou cun meniño pequeno, e daquela as viúvas non cobraban. Non había para comer. Agora temos de todo e do mellor que hai, así que non podemos queixarnos».

Pese a haber restringido sus relaciones sociales, Quica presume de que en A Pobra, casi todos la conocen: «Cando deixei de ir ao mercado dos mércores, a miña filla non facía máis que traerme saúdos de xente coa que se atopaba. Aínda en Noiteboa recibín un detalle marabilloso dunha persoa á que só coñezo de pasar por aquí camiñando». Añade que incluso se ha ganado el cariño de los turistas. Uno le regaló recientemente varios retratos que se brindó a hacerle.