Pandilla de eminencias II

José Vicente Domínguez
josé vicente domínguez LATITUD 42°-34?, 8 N

RIBEIRA

30 sep 2021 . Actualizado a las 05:05 h.

En mi última colaboración en esta columna, tal vez haya sido pretencioso por mi parte pensar que, la mayoría de quienes me leen, sabrían quién era José R. Saavedra. Algunos grandes hombres solo perduran en la memoria de los más allegados y coetáneos. No hay más que recordar las sabias palabras: fugit irreparabile tempus. Sí, el tiempo vuela.

Por ello, he llegado a la conclusión de la necesidad de aflorar los méritos del señor Pepe Saavedra, sin acudir al brillante anecdotario acerca del personaje, graciosamente relatado por el recordado Antonio Novo, en las páginas de este diario en junio de 1993. Me limitaré a reseñar los méritos de este gran hombre que, con sus barcos, llevó el nombre de Ribeira por buena parte del mundo.

El señor Saavedra, con poco más de 18 años, en la playa de O Arenal, se responsabilizó de la construcción de embarcaciones de gran porte. Nadie hasta entonces había realizado tal proeza con tan escasos medios. La foto de la botadura de una majestuosa goleta, aún hoy decora las paredes de más de un establecimiento y domicilio de A Pobra. Por aquel entonces, la segunda crisis de la pesca de sardina en Galicia produjo una gran escasez, pensándose en la necesidad de importar la abundante sardina fresca de Canarias para abastecer las fábricas de conserva gallegas. Y así, allá por los años 30, el señor Saavedra presentó su prototipo de barco frigorífico súper rápido, con dos hélices y cámaras refrigeradas, capaz de hacer el trayecto desde Las Palmas a Vigo en menos de dos días. Fue premiado en la III Exposición Nacional de Modelos Navales.

En sus gradas de Palmeira, en A Corna e Insuela, se construyeron y botaron sólidas embarcaciones para el cabotaje nacional, en cuyo bordo llevaban grabada la flecha a modo de firma de su diseño y construcción. Destacaría, por su belleza de líneas y grácil navegación, el vapor de Ribeira Isla de Arosa; que tantas travesías hizo desde Ribeira a Vilagarcía. El señor Saavedra, era ya entonces un maestro de ribera conocido y valorado en multitud de lugares. Hasta el punto de que, siendo todavía muy joven, en Huelva y en Brasil lo contrataron para construir barcos de gran tonelaje.

De su último astillero en As Carolinas salieron barcos arrastreros para la pesca local, así como todo tipo de embarcaciones para Canarias y Baleares (muchos de ellos en activo después de cincuenta años), y en todos los lugares quedaba constancia del buen hacer de la construcción naval del señor Saavedra y del nombre de Ribeira. Muchos fueron los carpinteros de ribera que aprendieron con el gran maestro y todos ellos le recuerdan como un hombre cabal y cumplidor de sus acuerdos.

A Antonio Novoa le hubiera gustado contar cómo el señor Saavedra le supo contestar a un joven ingeniero naval que venía a certificar la construcción de uno de sus barcos. «¿Cuánto mide de quilla?», preguntó el ingeniero. Respondió el señor Saavedra: «18 metros». «¿Justos?», volvió a inquirir el técnico. «Un momento», contestó Saavedra, mandando volver a estirar la cinta métrica: «Pues verá, mide 17 metros y un poco más de un metro escaso». Aquel ingeniero no volvió a preguntar nada más.