Ángela González: La ingeniera que hace que tu coche pueda pensar

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro SEVILLA RIBEIRA / LA VOZ

RIBEIRA

CEDIDA

La ribeirense trabaja en Múnich en la división de automoción de Huawei desarrollando procesadores y diseñando redes de comunicación

11 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Mucho ha cambiado el mundo desde que Henry Ford revolucionó la economía con la cadena de montaje. Él se hizo multimillonario sí, pero la sociedad también recibió su recompensa. El coche pasó de ser un objeto de lujo, reservado para ricos y aristócratas, a convertirse en el emblema del auge de la clase media. Hoy poco tienen que ver esos modelos de la Ford Motor Company con los que se ven en pleno año 2021 en los concesionarios de todo el mundo. Antes eran obras de ingeniería mecánica; ahora, pura electrónica. Ahí es donde entra en escena Ángela González Mariño (Ribeira, 1993). La ingeniera trabaja en el centro de investigaciones que Huawei tiene en Múnich. Ella es una las culpables de que tu coche pueda pensar.

A pesar de que no llega a la treintena, no ha perdido el tiempo. Pero incluso ella dudó qué estudiar: «Me gustaban los idiomas, las matemáticas, la física y también el patinaje artístico». La lógica se impuso: «Si no estudiaba algo técnico era complicado continuar con ello como afición, mientras que el resto de cosas podía mantenerlas. Elegí teleco porque era un poco diferente. Y no hacía falta química, que no era mi fuerte [ríe]». En sus cuatro años en la Universidade de Vigo se especializó en electrónica. Fue lo que la atrapó. Reconoce que esa etapa pasó volando, aunque sacó tiempo para echar una mano en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales.

Cuando se graduó, «estuve mirando ofertas laborales, pero lo que veía no me convencía». Finalmente optó por un máster en sistemas electrónicos. Valoró Madrid y Barcelona, pero se decantó por la capital: «Era de un solo año. Luego entendí por qué. ¡Era un año solo, pero camuflado! [Ríe]». Antes de terminarlo ya tenía trabajo en HP: «Me fui a Barcelona. Estuve tres años y medio allí, en el equipo de diseño de electrónica para impresoras de gran formato. Son las que se utilizan para fotografía, cartelería... Fue una buena etapa, en la que aprendí un montón. Es una empresa americana y hay mucho show, muchos eventos. Eso sí, a veces de más [ríe]». 

El proceso

La mejor parte, ver como ese proyecto que ella ayudó a crear se hacía realidad cuando el producto llega al mercado: «Descubrí que una impresora lleva más tecnología de la que pensaba. Trabajaba en el equipo de I+D, pero era más bien desarrollo. Estuve también en las fábricas de China y Malasia. Toda una experiencia. Eran dos semanas a tope, tropecientas horas de trabajo, pero muy a gusto».

Mientras trabajaba en HP, sacó su vena docente y comenzó a impartir clases de Diseño de Sistemas de Comunicaciones en la Universidad Autónoma de Barcelona: «Es una asignatura diferente. No les daba álgebra, física o teoría. Se trataba de hacer un diseño, que había que desarrollar y presentar. Era para que vieran el flujo de trabajo real que hay en una empresa».

Aunque confiesa que la de HP fue una etapa en la aprendió y creció como profesional, Ángela González tenía una espinita clavada. Quería seguir investigando. Sintió el peso de la monotonía: «Cuando empecé era todo es nuevo, los requisitos a cumplir, las tecnologías a utilizar, las pruebas, que el producto funcione, ir a la fábrica, sacarlo al mercado... Pero tras haber hecho un par de ciclos se me hacía repetitivo».

Decidió cambiar Barcelona por Múnich. Empezó su doctorado industrial de la mano de Universidad Politécnica de Barcelona y de Huawei: «El comienzo fue un poco caótico, por el coronavirus. Me mudé cuando se cerró todo por la pandemia. De hecho, recuerdo un control de aduanas, en Alemania, en el que pensaba que me mandaban de vuelta».

El potencial

Finalmente no tuvo problema para entrar en el motor de Europa. Alemania no es el país que es por desperdiciar el talento. Y ahora Ángela González trabaja en el departamento de redes de comunicaciones de automoción de la firma china: «Los coches antes eran totalmente mecánicos, no había electrónica, pero eso ha cambiado bastante. Cada vez se parecen más a un ordenador, y entre todos los sensores y dispositivos hay que intercambiar órdenes». Esa es su función, que el vehículo sea capaz de responder a cada uno de los estímulos: «Desde encender una luz, a subir una ventanilla, a aparcar o a la conducción autónoma. Que controle los frenos, el volante...».

A día de hoy hay accidentes, pero no admitimos que sean causados por una máquina»

La pregunta de si los coches llegarán a funcionar solos era más que obligada. Responde con una firmeza: «Estamos en ello. Es evidente que las barreras más grandes no son tecnológicas, sino que la sociedad confíe. A día de hoy hay accidentes, pero no admitimos que sean causados por una máquina. La barrera más grande es esa. Porque llegar a cero fallos va a ser complejo».

El proyecto en el que se encuentra lo terminará en el 2023, pero no le da vueltas al futuro. Quiere seguir en el mundo de las redes y el diseño de procesadores. Quizás algo de docencia. Pero primero, crear el cerebro de las máquinas que nos hacen más sencilla la vida. Como hizo Henry Ford, pero en pleno siglo XXI. Con ingenieras como ella, no cabe duda de que los coches acabarán funcionando sin nadie al volante. Y con un cerebro creado, en parte, por una ribeirense. Nada menos.