Atodos nos gusta que esté limpia y luzca la puerta de entrada de nuestros domicilios. No vaya a ser que alguien pueda pensar. «¡Uy!, cuando la puerta está así...». Por eso la gente se esmera en poner macetas con flores y sacarle brillo al bronce de las asas y aldabas de quien las tenga. Cualquier cosa, menos depositar en la entrada la bolsa de la basura.
Pero hay excepciones. Es de dudoso gusto que él o la responsable municipal de limpieza y recogida de basuras quiera mostrar, cual escaparate, una exposición de contenedores en la mismísima puerta de entrada. ¿En la puerta de entrada dice usted? Pues sí, en la mismísima puerta de entrada a la muy noble, muy leal y muy humanitaria ciudad de Ribeira; tal que así, al parecer, reza el otorgamiento de Alfonso XIII a la ciudad, allá por el año 1921.
Para que se sitúe el visitante (pues los locales ya lo sabemos), además de la vía portuaria, a la ciudad de Ribeira se accede por dos arterias principales: la avenida de A Coruña y avenida de Ferrol. Ambas confluyen en una pequeña rotonda con el rotundo y sonoro nombre León de Padín.
Nada más asomarse, lo primero que mal ve el visitante motorizado, es una estructura pétrea en la que se agazapa un pequeño felino de tal nombre. De pronto, tres grandes contenedores de basura y vidrio a su derecha, hacen que el visitante fije su atención en ellos y, sin tiempo a darse cuenta de que tapan una islita triangular con un remexido de farola y arbusto detrás, sigue el círculo de la rotonda, para, cediendo el paso a los vehículos de su derecha, toparse con otros tres grandes contenedores de basura y vidrio. A estas alturas, el motorizado visitante ya se olvidó del león y en su retina quedó la imagen de seis contenedores de basura, como símbolo de la principal entrada a la ciudad.
-Nos vemos en el cruce del León de Padín.
-Ah, vale. Ya me acuerdo… en la rotonda de los contenedores de basura.