«Non respiramos, son 24 horas 700 días ao ano, porque aquí o tempo multiplícase»

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

RIBEIRA

marcos creo

La madre de Lolita Pérez sufre demencia y es usuaria del centro de día, ahora cerrado

11 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Acaba de cumplir 90 años y, desde hace cuatro, Leonor Martínez es una fiel usuaria del centro de día de Ribeira. Allí la cuidan, la miman y tratan de frenar el deterioro que, a nivel físico y cognitivo, provocan la edad y una demencia que todavía le permite tener períodos de lucidez. Para ella y su familia, el cierre de este servicio provocado por la crisis sanitaria está siendo como una pesada losada que cada vez se hace más difícil de llevar.

A la hija que se encargaba de su cuidado, Lolita Pérez, la pandemia la pilló en un difícil momento, recuperándose de una operación. Tuvo que recurrir a una hermana que reside en Inglaterra, que se trasladó temporalmente a Ribeira, pero que, por motivos laborales, tendrá que regresar en cuanto le sea posible.

El parón de un servicio para ellas esencial está resultando eterno: «Non respiramos, son 24 horas 700 días ao ano, porque aquí o tempo multiplícase». Lolita explica que las personas que padecen una enfermedad como la que tiene su madre necesitan atención de forma constante: «Hai días que se fan eternos».

Y a la falta de libertad y de tiempo que supone estar al cuidado de un familiar con dependencia se suma el deterioro que, según sus hijas, ha ido a más en el caso de Leonor Martínez desde que comenzó la pesadilla derivada del coronavirus: «Cando estaba no centro de día era máis consciente do que ocorría ao seu redor. Hai un par de meses morreulle un fillo que tiña 60 anos e non dou mostras de sentilo. Doe moito ver a unha nai así, que sexa incapaz de expresar os seus sentimentos ou que nin sequera os teña».

Las hijas de Leonor vieron parcialmente aliviada su carga cuando, tras el regreso de la nueva normalidad, Agadea, la asociación que se encarga de la gestión del centro de día ribeirense, empezó a prestar atención a domicilio. Una gerocultora acude un par de veces por semana a la vivienda de Aguiño en la que reside esta paciente. Es un apoyo que sabe a poco: «É unha hora de cada vez, polo que non dá tempo nin para ir ao supermercado».

Aún así, Lolita Pérez destaca las ventajas que para su madre supone este servicio: «Para ela é positivo, porque é un tempo no que está recibindo a axuda dun especialista, o que pasa é que a nós case non nos alivia a carga. A única saída é que abra de novo o centro de día para que poidamos volver á situación que tiñamos antes do coronavirus».

Deterioro patente

Son muchas las familias que como esta ansían que los centros de día entren de nuevo en funcionamiento, tanto por el alivio que suponen para los cuidadores de las personas dependientes como por constituir la única salida de conciliación para muchos trabajadores. A mayores está el beneficio que estos servicios reportan a los pacientes. Lo sabe Fernanda Santiago Conde, la gerocultora que atiende en su casa a Leonor Martínez, y que ha sido testigo del cambio que ha experimentado durante los últimos meses: «Noto deterioro tanto nela como na maioría dos usuarios do centro de día. A estas persoas xa non lles convén que se lle rache coa rutina á que estaban afeitas e a iso hai que engadirlle que carecen da atención continuada que tiñan por parte de diferentes profesionais».

Ella aporta su grano de arena cada día que visita a Leonor, poniéndole pruebas de orientación de tiempo y espacio, practicando sencillos ejercicios de gimnasia, leyéndole un cuento, invitándola a pintar y, sobre todo, hablando con ella.