La depuradora

José Antonio Ventoso Mariño

RIBEIRA

23 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras más de 10 años de desierto industrial, un empresario bateeiro decidió completar el ciclo productivo de la actividad mediante la construcción de una depuradora de mejillón, paso obligatorio para su venta y comercialización cumpliendo las necesarias medidas higiénicas comunitarias de salud pública. Una depuradora de mejillón consiste en varias piscinas con dos tuberías, por una entra agua de mar y por otra sale agua de mar, no tiene más ciencia ni complejidad. Es sorprendente que mientras las cofradías, principales interesadas en el control del medio marino, no se oponen a su instalación sí lo hagan partidos políticos y asociaciones vecinales. Las razones de tal oposición son de todo tipo: destrucción de las playas del entorno, contaminación del mar, riesgo para la estación de tormenta allí existente (una tubería de desagüe al mar a caño libre para casos de atasco) o la depreciación de los solares.

Algo no cuadra, sobre todo porque al otro lado de la calle funciona una fábrica de conserva sin que nadie hasta el momento pidiese su cierre por poner en riesgo el medio ambiente. Si se prohíbe la instalación de depuradoras de marisco, en la actualidad 40 en la ría de Arousa, la actividad marisquera terminará por ser inviable en la zona al estar prohibida la venta de molusco sin depuración previa (los mariscadores de la almeja, de la vieira, del mejillón o del berberecho tendrán que apuntarse al paro). Las propuestas alternativas son siempre las mismas: aquí no, hay más sitios, este lugar no es el adecuado y que la lleven donde no estorbe o que la instalen en el polígono industrial. La oposición se sube al carro para arañar votos y conseguir entre todos que Ribeira siga a ser un páramo industrial. Desde hace 20 años no se instalan industrias, se marchan a los concellos vecinos y nadie es culpable de la desertización.

El empresario debía estar medio loco para invertir en Ribeira y crear empleo. A un empresario se le debe exigir cumplir la legalidad urbanística y medioambiental, pero no obligarle a que desista de levantar industrias blancas porque a unos pocos no les gusta su instalación. ¿Se ha solicitado algún informe a algún organismo público, a algún Instituto de investigación o a alguna facultad universitaria para poder explicar las razones que impiden la instalación por los efectos perversos sobre el medio ambiente? No se necesitan informes porque no hacen falta, es suficiente con la voz de la calle.

La verdad es más extraña que la ficción, porque la ficción al menos tiene que ser verosímil. La esencia de un sistema democrático reside en su fragilidad, en la procura de un consenso que nos obliga a todos porque se basa en hacer lo correcto, en beneficio de los ciudadanos, en vez de lo bueno en beneficio de una élite dirigente que busca la conquista del poder a cualquier precio, incluido la demagogia y el populismo. El futuro ya no es lo que era.