La violación de la normativa impide el control de las reses mostrencas

á. Sevilla / j. m. Sande RIBEIRA / LA VOZ

RIBEIRA

CARMELA QUEIJEIRO

La mayoría de los animales carecen de identificación, lo que impide tomar medidas

05 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El control del ganado mostrenco, con especial énfasis en los caballos, se ha convertido en una patata caliente que pasa de institución en institución sin recibir solución. Esta misma semana, fuentes de la Consellería de Medio Rural señalaron que su control es competencia de los concellos. Las comunidades de montes donde se encuentran estas manadas son otras entidades señalados. Sin embargo, el problema no parte de ninguno de ellos, sino que nace en la raíz misma. La violación de la normativa vigente por parte de los dueños de las reses, que se niegan a identificarlas, impide que los técnicos puedan supervisar a los animales.

El motivo de que los ejemplares carezcan de chip es sencillo. La rentabilidad económica para los propietarios es muy baja, por lo que podría salirles más caro el propio dispositivo que la venta de la carne del animal. Un ejemplar puede llegar a venderse por menos de 100 euros. Además, como es conocido, los equinos que hay en los montes de las comarcas de Barbanza y Muros-Noia suelen desplazarse continuamente, llegando a invadir viales. Así, los dueños se liberan de las consecuencias legales si la res provoca un incidente.

Esta fue la realidad que vivió la mazaricana Silvia Suárez, que perdió a su marido tras un accidente de moto en la AC-400, en el lugar entre Paxareiras y Suevos. El corcel invadió la carretera, supuestamente para llegar a un abrevadero que hay instalado en el lugar, por lo que el piloto acabó chocando con él, falleciendo tras el impacto. La mujer reconoció que, un año después, nadie se ha hecho cargo de la titularidad del animal, por lo que no ha recibido indemnización económica. Al igual que si se tratase de una alimaña, como un jabalí o un lobo, no existe ningún responsable al que culpar.

Falta de respuestas

El presidente de la comunidad de montes de Serres, Manuel Fernández, reconoce la presencia de estos equinos en el terreno que gestiona: «En concreto hai, polo menos, dúas manadas de cabalos de entre oito e doce cabezas cada unha. A súa presenza non é continuada, pero si frecuente. Nunca ninguén nos ten pedido autorización para pastorear. Descoñecemos a titularidade das reses, por iso non podemos dirixirnos a ninguén para esixir responsabilidades».

Hay un problema que se repite en toda la zona. «A nosa comunidade non se opón ao pastoreo nos nosos montes, pero coas seguintes condicións: que as reses estean identificadas, que dispoñan de certificados hixiénico-sanitarios e que conten cunha póliza de seguro que cubra os posibles danos que ocasionen».

Sin embargo, esto solo ocurre en casos esporádicos y, además, los dueños que sí controlan a sus animales acostumbran a tenerlos en terrenos muy delimitados y con la comida necesaria cuando hay momentos de sequía.

Sobre si la supervisión de las manadas es cuestión de la comunidad, Fernández explica: «Declinamos todo tipo de responsabilidade polos danos que poidan causar. En varias ocasións temos pedido a mediación do Concello e Medio Rural para atallar a situación, pero aínda non se resolveu». El problema, sin nadie que se ponga al frente, sigue lejos de encontrar una solución.

El ganado suele llevar marcas, pero es imposible demostrar a quien pertenece

«Os cabalos non son de ninguén ata que lles nace un poldro no monte. Nese momento, rápido aparece o dono para que ninguén llo leve», comenta un vecino barbanzano, que conoce a la perfección los problemas que existen en la sierra, y que prefiere mantenerse en el anonimato por miedo a represalias. Los dueños de los animales están obligados por ley a chipear el ganado, además de colocarles otra identificación en una oreja, que lleva un número de serie y que permite supervisarlos sin problema.

Sin embargo, como es sabido, esto no se realiza, aunque dentro del mundo de la ganadería sí existe un lenguaje de símbolos propio para determinar el propietario de los animales. En ciertas ocasiones, por ejemplo, se corta una oreja de una forma especial, o se le hace una marca en la piel que tenga unas características concretas. Esto impide a Medio Rural determinar al titular, ya que, se puede esgrimir que la marca se la pudo hacer el animal tras caerse o al engancharse en una zarza.