«Solo por demostrarles a ellos que puedo, no me importaría ir en un pesquero al Gran Sol»

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

RIANXO

CARMELA QUEIJEIRO

Iria Gude y Nerea Comojo aspiran a romper el techo de cristal en el mar y convertirse en patronas de barcos. Son las únicas mujeres que cursan ciclos en la Escola Náutico-Pesqueira de Ribeira

07 mar 2021 . Actualizado a las 09:49 h.

De los 120 alumnos que cursan los distintos ciclos que se imparten en la Escola Oficial Náutico-Pesqueira de Ribeira, solo dos son mujeres. Se trata de Iria Gude González (Ribeira, 2001) y Nerea Comojo Rey (Rianxo, 2004). Ambas aspiran a romper el techo de cristal en uno de los sectores más masculinizados: el del mar. Cursan el ciclo medio de navegación y pesca de litoral o, lo que es lo mismo, la especialidad de puente, es decir, que pretenden convertirse en patronas de un barco de pesca.

-¿Cómo llegaron a estas aulas repletas de hombres?

-(I. G.). Hace dos años empecé a colaborar con la Cruz Roja y me apunté al equipo de salvamento como voluntaria. Me gustó mucho. A mayores, soy de una familia de armadores de Ribeira.

-Nerea Comojo (N. C.). Me gusta el mar desde pequeña. Mi padre es soldador y trabaja para barcos, sobre todo en temas de motores. De hecho, mi primera opción era estudiar máquinas, pero por un problema con la matrícula cambié para puente.

-¿Cuáles son los planes a nivel laboral?

-(I. G.). Yo venía con el objetivo claro de trabajar en Salvamento Marítimo, pero lo cierto es que aquí me mostraron otras posibilidades, como la pesca y la mercante. Ahora ya no descarto ninguna opción.

-(N. C.). Mi idea era trabajar en un bateeiro en Rianxo, pero fue conociendo otras opciones. Me atraen los catamaranes, la Transmediterránea...

-¿Alguna se ve como patrona de un pesquero en el Gran Sol?

-(I. G.). Sí que me lo plantearía. Solo por demostrarles a ellos que puedo, no me importaría ir en un pesquero al Gran Sol o a cualquier otro sitio.

-(N. C.). Yo también estoy abierta a todo, desde el Gran Sol a los fiordos de Noruega. Aquí, nada más empezar el curso, hubo quien dijo: «Para el Gran Sol no van que allí hay mal tiempo».

-¿Cómo fue el primer día en la escuela?

-(I. G.). Sientes que te miran, oyes comentarios, ves gestos... Solo cuando empezaron a ver que sacaba buenas notas y que podía entender del mar tanto como ellos me aceptaron en su grupo. Me tienen dicho: «Cala que ti non tes nin idea». Ahora hasta me piden apuntes.

-(N. C.). Yo soy más vergonzosa y me costó bastante adaptarme. Era el centro de miradas y comentarios, y siempre pensaban que me había confundido de zona y que venía para sacar el título de mariscadora.

-¿Se puede hablar de discriminación?

-(I. G.). Al principio sí, sobre todo por los comentarios. Es cierto que ahora somos como parte de una gran familia.

-(N. C.). La situación va mejorando, pero sí es cierto que cuando nosotras sacamos mejores notas o sabemos algo que ellos desconocen se quedan con rencor. Entre ellos no hay tanta rivalidad.

-¿Temen que la situación empeore en el ámbito laboral?

-(I. G.). Sí, porque yo ya lo viví. Mi familia tiene barcos y un día quedé con mi hermano para que me enseñara uno. Había una trampilla y, por la altura, no me alcanzaba la pierna para entrar. Alguien me dijo: «Después queremos igualdad». No me callé, le contesté que era por mi estatura, no por ser mujer. En el trabajo me espero cualquier cosa.

-(N. C.). Un día, ayudando a mi padre en la reparación de un barco en O Grove, estaba moviendo unos hierros y uno me costaba levantarlo por el peso. Tuve que escuchar el típico comentario: «Como vas a poder si no tienes fuerza». Sé que eso va a ser continuo.

-Y por encima aspiran a convertirse en sus jefas...

-(I. G.). Te tienes que hacer valer, claro que va a ser complicado, porque ya lo es en el día a día. A un barco iré a hacer mi trabajo.

-(N. C.). A mí siempre me dicen que cómo me voy a hacer notar si soy tan calladita, pero también es cierto que cuando levanto la voz se nota, y si creo que tengo razón no hay quien me pare.

«Un armador, ante el currículo de un hombre y el de una mujer, se va a decantar por el de él»

Pese a la valentía que demuestran, Iria Gude y Nerea Comojo son realistas. Saben que, en el camino que han emprendido, tienen menos opciones que los hombres de alcanzar su meta a nivel laboral. A esos temores se suman otros, propios de ansiar ejercer una profesión de la que ellos se han apropiado.

-¿Creen realmente que tienen posibilidades laborales como patronas de barcos?

-(I. G.). Es muy complicado, sobre todo en el ámbito de la pesca, por la mentalidad de los armadores, que no nos ven a las mujeres capaces.

-(N. C.). Posibilidades tenemos, pero menos que un hombre seguro. Está claro que un armador, ante el currículo de un hombre y el de una mujer, se va a decantar por el de él. Pero hay que luchar.

-¿Qué mensaje le trasladarían a otras mujeres que quieren entrar en este ámbito pero no se han atrevido a dar el paso?

-(I. G.). Yo animo a todas a que no las pare la vergüenza o el desprecio que puedan sentir. Una mujer vale para desempeñar cualquier oficio.

-(N. C.). Si te gusta, pues lo haces y punto, tienes que hacer lo que tú quieras, no lo que los demás te digan que hagas.

-¿A qué temen si algún día llegan a ser patronas de un barco?

-(I. G.). Yo, sinceramente, a que abusen de mí sexualmente. Tanto por la terrible vivencia como por el después, a la hora de decir lo que me pasó.

-(N. C.). A mí también, porque seguro que se nos recrimina el habernos metido en un barco cargado de hombres.

-Visto lo visto, ¿compensa?

-(I. G.). Sí, porque nosotras estamos dando un paso para que en el futuro, nuestras hijas y nietas puedan ser libres para elegir si quieren ser patronas de un barco. Por algo hay que empezar.

-(N. C.). Hay que demostrar que en un trabajo de hombres también puede haber mujeres, luchar para que llegue un momento en el que ya no sorprenda.