José Torrado, un patrón mayor curtido en el frío de Terranova

Carlos Peralta
Carlos Peralta PORTO DO SON / LA VOZ

PORTO DO SON

MARCOS CREO

El marinero retirado pasó más de 20 años en las aguas canadienses antes de dirigir el pósito de Porto do Son

14 ene 2023 . Actualizado a las 09:27 h.

José Torrado (Porto do Son, 1931) ha sido testigo directo, a lo largo de casi un siglo, del crecimiento de Porto do Son. «Pequeño, pero agudo», así definen sus más allegados a un marinero que comenzó en la mar «por necesidad», como muchos otros de su generación, y acabó siendo partícipe de la historia marítima de un pueblo dedicado en cuerpo y alma a la ría de Muros-Noia.

Todo comenzó para él con apenas 8 años. «Empecé siendo un chaval. Iba con mi padre en un botecito que se llama María Isabel, por mi madre y mi hermana. Pescábamos con una liña que era un cordel hecho a mano. Andábamos a la pesca de fondo, de pintos y maragotas». Así transcurrió su infancia, en la que fue conociendo palmo a palmo cada rincón de la ría. «Os Petóns do Norte, Longo do Cabalo... Eran nombres que les poníamos nosotros», recuerda el exmarinero sonense.

Bautismo sonense

Tras sus primeras experiencias en A Coruña y Vigo, le tocó pasar por el otro bautismo oficioso en Porto do Son: Terranova. «En aquella época, en el pueblo se decía que hasta que no ibas allí no eras marinero». Entre los dominios canadienses y Groenlandia pasó varias décadas, en largas mareas que le alejaban de Galicia durante casi todo el año. En la mayoría de sus periplos por los mares del norte había un denominador común: no era el único barbanzano a bordo. «Casi siempre había alguien de Porto do Son o de Noia y, si no, de Ribeira o Aguiño», apunta el exmarinero.

En la cubierta de la embarcación y con un frío imponente, Torrado se labró una fama como sacador de espinas de bacalao. «No había uno que pudiera conmigo», afirma el barbanzano. En una larga mesa, un compañero pelaba el pescado y él, seguidamente, le rebanaba la espina en un instante. «Era mi especialidad», añadió Torrado. A veces, incluso, se adelantaba a las previsiones y debía esperar a nuevos cargamentos. «Torrado, suba arriba», le dijo una vez un alto cargo. Ya en cubierta, se puso manos a la obra y sorprendió a varios dirigentes por su velocidad y precisión en su labor.

Una última etapa en Pasajes le sirvió de antesala a su vuelta a Porto do Son. Mientras, trabajó en una embarcación con tres tripulantes —entre ellos, su hijo José Antonio— con la liña, de nuevo, como instrumento de cabecera. «Ese barco ya era de motor, claro. Íbamos más lejos a pescar, hasta Corrubedo, por ejemplo», recuerda.

Ya asentado de nuevo en su casa, decidió presentarse a patrón mayor de la Cofradía de Porto do Son. Torrado resultó elegido y ocupó el cargo durante más de una década. Su mandato se caracterizó por el considerable cambio del puerto y su irreductible carácter. En mayo de 1989, el por entonces patrón mayor se opuso a unas obras en las aceras de la avenida Galicia. Los pescadores de la cofradía colocaron un carro varadero para evitar el inicio de las mismas.

Un depósito único

La instalación de un depósito de combustible fue una de sus primeras medidas más recordadas. Esta infraestructura permitió a los marineros que no dependieran de los horarios de las empresas proveedoras. «El depósito no era de nadie, era de la cofradía. Fuimos la primera en España en tenerlo así».

También recuerda sus múltiples reuniones con distintas instituciones para lograr la ampliación del puerto sonense. Según le contó su familia, su bisabuelo participó en un rescate, a bordo de una dorna, a varios navegantes de un buque de guerra, llamado Cardenal Cisneros, que había naufragado en Carnota. Intentó dejarles en tierra en Porto do Son, pero no pudo hacerlo debido a la bajamar. Tuvo entonces que acudir a Muros. El viejo muelle sonense, único en el momento de su llegada a la cofradía, quedaba en ocasiones inutilizado con la bajamar. Torrado vivió toda su vida con esta historia en su cabeza.

En sus años en el cargo, el puerto vivió toda una transformación. El nuevo muelle se amplió de forma considerable y la lonja cambió de ubicación. También se construyó un dique.

Un sonense «de toda la vida» que, ya retirado, afirma que su mayor orgullo fue luchar siempre por su pueblo y su tradición pesquera.