Sabah El Hani, marroquí y sonense de adopción: «Aprendín galego vendo as telenovelas»

Carlos Peralta
Carlos peralta RIBEIRA / LA VOZ

PORTO DO SON

MARCOS CREO

Adoptó las costumbres y la gastronomía de Barbanza sin olvidar sus raíces

25 ago 2022 . Actualizado a las 15:54 h.

Sabah El Hani cambió la ajetreada vida de la capital de Marruecos, Rabat, por la tranquilidad de Porto do Son. Y todo por amor. Francisco Vidal, marinero de profesión, conoció a esta sonense de adopción en una de las paradas de su barco pesquero. En sus primeros encuentros surgió la llama. Un romance de película que llevó a Sabah a dejarlo todo, salir de su zona de confort y buscar una vida en común. Antes de partir hacia Barbanza trabajó durante dos años en un restaurante de la capital marroquí. Ambos se las apañaban para verse lo máximo posible. Hasta en dos ocasiones, Sabah recorrió en autobús —en un trayecto de más de 12 horas— la distancia entre Rabat y Dajla, en pleno desierto del Sáhara. Así pasaron dos años hasta que se asentaron en Porto do Son.

Todavía se emociona al recordar las lágrimas de su padre. «Nunca antes lle vira chorar», rememora Sabah sobre una despedida que permanece intacta en su memoria. «A primeira vez que vin a Porto do Son foi para quedarme», asegura la ciudadana de origen marroquí. Francisco Vidal pasa muchos meses en el mar. A los 15 días de la llegada de Sabah al municipio de Porto do Son, su pareja tuvo que marchar de nuevo. Le esperaban meses de travesía por el océano Atlántico. En esos primeros tiempos en Galicia, la ayuda de sus cuñados, Dolores Vidal y Mario Lema, fue esencial para su adaptación. «Me trataron como si fuera su hermana, me recibieron con los brazos abiertos, tengo unos cuñados que valen oro», afirma.

Sabah echa la vista atrás y visualiza sus primeros meses en Barbanza. Tiempos de cambios en los que no entendía ni castellano ni gallego por lo que se comunicaba en una mezcla de francés y español. Su aprendizaje se basó en conversaciones con sus cuñados, a los que acompañaba a todas partes. También jugó su papel un profesor singular y cuadrado como es el televisor: «Aprendín galego vendo as telenovelas».

Más de una década después, su acento es muy similar al de cualquier vecino de Porto do Son e, incluso, adoptó el fenómeno fonético de la gheada, tan característico en áreas como Barbanza.

Gastronomía gallega

Sabah se metió de lleno en la gastronomía gallega gracias a su experiencia, de más de un lustro, como ayudante de cocina del restaurante sonense de Portonadelas: «Tiven uns compañeiros de traballo marabillosos; son unha persoa alegre e encántame aprender cousas novas». En Porto do Son, tuvo a sus dos hijos, de 12 y 6 años. Por ellos, precisamente, cambió los fogones por un almacén de una fábrica en A Pobra do Caramiñal, donde trabaja desde el 2018. Un trabajo que le permite contar con más tiempo libre los fines de semana y, así, puede dedicarle más a sus queridos hijos.

Sabah es toda una amante de los dulces y los pasteles. Si hay un cumpleaños, sus amigos y familiares no dudan de que ella se encargará de preparar una tarta fabulosa. «Fago doces marroquís, pero tamén pasteis de aquí», apunta la sonense de adopción, capaz de compaginar con éxito un plato de cordero típico de Marruecos o su mejor cuscús con un pulpo con almejas.

Una mezcla de dos identidades que también adopta en su día a día. «Cumpro co ramadán cando é a época, celebro as festas de aquí, pero tamén as de Marrocos», añade Sabah, una habitual de los carnavales o la mítica Festa Hortera. «Encántame disfrazarme, pasámolo de marabilla, vou a todas as festas», añade.

Su adaptación a Porto do Son ha sido inmejorable, aunque no olvida sus raíces y visita a su familia en Rabat al menos una vez al año. La pandemia le ha privado de viajar al país africano, pero confía en que, este verano, pueda volver a abrazarse con sus familiares y amigos. No es la única de los El Hani que hizo las maletas. Su madre y una de sus siete hermanas viven en los Países Bajos. Otra reside en Dubái .

Sabah tiene un sueño todavía por cumplir: abrir su propia pastelería. «Antes de morrer teño que facelo, aínda que é un pouco escravo. Teño moita experiencia con pasteis e con doces, faríame moita ilusión», remarca. Mientras cumple uno de sus grandes deseos, seguirá disfrutando de los encantos de un municipio en el que empezó una nueva vida.