«Las personas sordas somos discriminadas a diario, en todos los ámbitos de la vida»

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

NOIA

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Pese a los obstáculos, los noieses Luis Blanco y Esther Olivares son orfebres y tienen su propia joyería desde 1997

28 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de Luis Blanco y María Esther Olivares es de esas que darían para escribir un libro. No han dado la vuelta al mundo en 80 días, ni han viajado al centro de la tierra, pero sí son dos aventureros que han unido sus fuerzas para superar los obstáculos que ha ido poniendo ante ellos la vida. Son un claro ejemplo de lucha y superación constante. Aunque el camino recorrido ha sido duro, la diversidad auditiva no les ha impedido materializar su sueño profesional: son orfebres y propietarios de una joyería en Noia.

Los caminos de Luis Blanco (Lousame, 1963) y Esther Olivares (Madrid, 1969), más conocida como Cuca, se cruzaron en un centro formativo de Salamanca, ciudad en la que ella residía con su familia por aquel entonces y a la que él se desplazó para aprender la profesión que siempre le había gustado. Fue, según aseguran, amor a primera vista, un flechazo que continuó en la distancia, pues las ganas de aprender y las dotes para el oficio hicieron que Luis pusiera a los tres meses rumbo a Galicia con la teoría aprendida y el reto de llevarla a la práctica por delante.

Al tiempo que él adquiría experiencia en diversas empresas, la relación entre ambos se estrechaba, para culminar en boda en 1991. A Coruña fue la primera parada de la feliz pareja y Viveiro la segunda, aunque sería después en Vigo, en un pequeño local cedido por un hermano de Luis, donde los emprendedores pondrían los pilares de su propio negocio. Todavía les quedaría una última escala, Noia, donde se establecerían en 1994.

Entre las murallas de la villa medieval, la pareja puso en marcha tres años después un taller en el bajo de la casa familiar, desde donde dio el salto a un local destinado tanto a la creación de joyas artesanales como a la venta y a la reparación. «El gran palo fue cuando las joyerías para las que trabajábamos nos dieron la espalda por dedicarnos también a la venta, pero no tiramos la toalla», recuerda Cuca. Añade, con satisfacción, que no tardaron en ir ganando clientes fieles: «Con mucha dedicación y mimo conseguimos mantener vivo nuestro negocio».

Una lucha constante

Cuando a Luis y Esther se les pregunta por lo que echan de menos, ella contesta con rotundidad: «La accesibilidad y la inclusión en la vida diaria». Luego añade una tercera cuestión: «La falta de empatía, a veces hay que ponerse en los zapatos de otro y caminar con ellos para saber lo gastados que están». Pese a los avances que, según reconocen, se han producido, aseguran que todavía queda mucho por hacer: «Las personas sordas somos discriminadas a diario, en todos los ámbitos de la vida». Dicen que podrían poner miles de ejemplos y citan algunos, como las miradas que les dirigen al verlos hablar en la lengua de signos, la formación a la que no tienen posibilidad de acceder, las actividades culturales y lúdicas de las que no pueden disfrutar porque carecen de intérprete... Incluso han tenido algún contratiempo a la hora de recibir atención sanitaria: «Nos han dejado horas en una sala de espera, porque al llamarnos con voz no nos llegaba el mensaje».

En esta carrera de obstáculos que es la vida de Luis y Cuca, una asociación de Santiago insufló luz y esperanza. Entraron a formar parte de ella en el 2016, perfeccionaron su lengua de signos, participaron en cursos y empezaron a disfrutar de teatro, charlas y otras actividades culturales: «Así fue como llegó a nosotros algo que se ha convertido en fundamental en nuestras vidas, la música».

«Con el covid retrocedimos años, las mascarillas son otra barrera»

Durante el largo e intenso camino recorrido, Luis y Cuca se han encontrado siempre con el mismo obstáculo: «Nuestro día a día con la comunicación no es fácil, avanzamos muy lentamente, pero con la pandemia hemos retrocedido años». Los obstáculos que se ven obligados a superar las personas sordas crecen en su caso, por estar al frente de un negocio, trabajando de cara al público: «Al principio, los clientes entraban en la tienda y nos hablaban, como si nosotros compartiéramos el mismo canal, y cuando les explicábamos que éramos personas sordas, se quedaban impresionados y no sabían cómo reaccionar».

Por fortuna, llegaron las nuevas tecnologías para facilitar un poco su día a día, sobre todo en el plano laboral, aunque Cuca echa en falta el cumplimiento de la ley relativa a la lengua de signos, que fue aprobada en el 2007. Pero cuando unas puertas se abrían, otras se cerraban de golpe. La llegada de la pandemia ha supuesto un nuevo mazazo para este colectivo: «Con el covid retrocedimos años, las mascarillas son otra barrera más a nivel comunicativo, pues hacen que no podamos apoyarnos en la lectura de labios», apunta Esther.

Además, la irrupción del coronavirus ha impuesto la atención telefónica en muchos ámbitos, algo que para las personas con diversidad auditiva supone una traba difícil de superar. Luis y Esther se enfrentan a ella cada jornada en su trabajo, que depende de la relación directa con los clientes, pero también en su ámbito personal: «Muchas de las gestiones que antes se podían realizar de forma presencial, ahora se llevan a cabo por teléfono, como por ejemplo, algo tan esencial como la consulta médica. Tenemos que recurrir a otras personas para que les cuenten al doctor lo que nos pasa».