Segundo Blanco, armador noiés: «Deille a volta ao mundo tres ou catro veces»

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

MUROS

MARCOS CREO

El noiés empezó a embarcar con apenas 12 años y navegó las costas gallegas con su propio barco, el Axexo

02 dic 2023 . Actualizado a las 04:46 h.

Aunque todavía acaba de empezar diciembre, las calles y escaparates teñidos de rojo ya anuncian la próxima llegada de la Navidad. Esta tradicional festividad se relaciona con muchas cosas, como la familia, la amistad y las largas reuniones reviviendo anécdotas del pasado y cantando villancicos. En Galicia estas fechas señaladas no tienen un color diferente, como dirían en Sevilla, pero si un olor perfectamente reconocible: el de los buenos pescados y mariscos en el proceso de cocinado.

Para hacer que estos manjares lleguen a las mesas, son miles y miles los trabajadores del mar que se sacrifican por traer los mejores ejemplares a tierra. Uno de ellos fue durante muchos años el armador Segundo Blanco, un noiés que empezó a embarcar con tan solo 12 años. En aquellos tiempos, los albores prematuros de una larga carrera, todo empezó como una manera de aprovechar las vacaciones escolares.

Tan solo dos años después, cuando ni siquiera había cumplido los 15, se lanzó a la aventura de embarcarse rumbo al Gran Sol. «Estiven un par de meses alí e despois marchei a traballar á costa de África», asegura mientras va haciendo memoria. Gabón, Senegal o Dakar fueron algunos de los destinos que visitó durante los seis años que estuvo trabajando en la pesca de la gamba.

Un cambio de timón repentino pero certero le llevó a enrolarse en un petrolero alemán cuando apenas rondaba los 24 años: «Foi unha experiencia moi boa, deille a volta ao mundo tres ou catro veces». El barbanzano notó mucho la diferencia entre cargar y descargar pescado de sol a sol y trabajar en un barco lleno de tanques de crudo, sobre todo en los horarios. «A pesca era unha escravitude daquela, non se paraba nunca, pero no petroleiro estabas como se estiveses en terra».

Pachangas en depósitos

Cuenta que había ocasiones en las que, tras el vaciado del crudo y una buena limpieza, él y otros compañeros utilizaban los depósitos para jugar una pachanga de fútbol entre amigos: «Eran grandes como a pista dun polideportivo». Aunque estaba contento recorriendo lugares tan lejanos como Singapur, Malasia, Australia o Canadá, un revés en la vida obligó a Segundo Blanco a volver a las costas noiesas.

Su padre, también lobo de mar, sufrió un naufragio en su propio barco, O Nolete, una nave de nueve metros de eslora que volvió a navegar, pero esta vez, con su hijo al timón. De aquella, el delicado estado de salud de su progenitor y el deseo de estar más cerca de su familia llevaron al noiés a buscarse la vida en aguas de la ría de Muros-Noia.

Esta no fue la única experiencia que marcó al barbanzano, que participó en el rescate de los hombres que cayeron al mar en el hundimiento del barco O Furacán. Cuenta que el que los vio en el agua fue uno de los empleados del Chaínza, propiedad de su hermano, mientras estaba apoyado en una de las barandillas exteriores. Al escuchar los gritos de los marineros, la embarcación se aproximó a ellos para sacarlos del agua. El noiés, armador en el Axexo, también se acercó al lugar del accidente.

Allí fue donde los afectados le contaron que el patrón de su barco era el único que quedaba en el agua, pues en un momento de arrebato había decidido dejar de nadar en dirección a tierra para aferrarse al timón de la nave naufragada. No fue hasta varios días después que se encontró el cuerpo flotando sin vida del trabajador, que no había muerto ahogado, sino de un ataque al corazón.

Otros tiempos

El armador es consciente de que las cosas han cambiado mucho con los años, sobre todo en lo que tiene que ver con las normativas autonómicas, que cada vez, comenta, han ido restringiendo más los kilos de pescados y mariscos que los barcos pueden extraer: «Antes os mariñeiros ían ao mar contentos, cantando e contando chistes, pero agora van amargados».

Blanco opina que esta es la razón de que no haya un verdadero relevo generacional. Para él, los sueldos y las condiciones de las naves han mejorado mucho de hace 40 años para acá, pero el sector ha dejado de ser atractivo porque ya no se puede ejercer la profesión con la misma libertad de antes: «Os propios armadores quítanlle aos fillos da cabeza a idea de embarcar».

En su caso, los años recorriendo las aguas de la ría le sirvieron no solo para poder trabajar de lo suyo y ser el sostén económico de su familia, sino para poder pasar más tiempo con sus dos hijos y su mujer, pues algunas de las mareas que había pasado fuera habían sido especialmente largas. Este lobo de mar piensa que para dominar la navegación en las escarpadas costas gallegas no solo importa la formación, sino llevarlo en la sangre. La sal corre por las venas del armador, cuyas raíces familiares puede decirse que beben directamente del océano: «É algo que me vén do meu pai, do meu avó e incluso do meu bisavó».