Álex García: «Me he sorprendido teniendo comportamientos machistas»

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Es canario, su padre, de Muros, y su madre, catalana, así que Álex podría ser un buen agente secreto. Ahora triunfa en la piel de un antidisturbios en la serie que ha dirigido Sorogoyen: «No soy follonero; creo que la mejor protesta empieza en el interior»

24 oct 2020 . Actualizado a las 22:25 h.

Álex García (San Cristóbal de la Laguna, 1981) lleva más de veinte años delante de las cámaras, desde que la serie Compañeros le dio la oportunidad. Tras éxitos taquilleros en el cine como Kiki, el amor se hace, Hasta que la boda nos separe, Gente que viene y bah o No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, en donde trabajó con su pareja, la actriz Verónica Echegui, ahora vuelve a la carga en la piel de un antidisturbios en la ficción que dirige Sorogoyen.

-Estrenas la serie «Antidisturbios», ¿te has enfrentado alguna vez a ellos? ¿Has sido muy radical?

-Hombre, yo las pocas veces que he podido ver un antidisturbios ha sido desde el otro lado, pero nunca he sido muy follonero. Claro que he ido a algunas manifestaciones.

 -Te has puesto en forma, ¿pero también psicológicamente has tenido que trabajar este personaje?

-Sí, es duro. Ocurre en todos los personajes en esta profesión, nunca sabes cómo vas a reaccionar ante determinados hechos. Y en el proceso de Antidisturbios, dentro de la parte de la gestión de la violencia, para mí fue muy sorprendente y relativamente duro. Me afectó, hubo días que me iba muy tocado para casa.

-¿Por la tensión?

-Sí, no es lo mismo verlo por la tele o a una distancia prudencial que vivirlo en primera persona. Estábamos muy bien cubiertos y con mucha seguridad, pero la sensación era muy real. Y llegaba a traspasar el límite de la ficción emocionalmente hablando. Estar ante doscientas personas, tenga quien tenga razón, recibiendo o rodeado de violencia no es sano para nadie.

-¿En este momento a nivel social percibes esa tensión? ¿Somos más violentos que antes?

-Es inevitable porque es un año triste, en el que se nos han coartado las libertades, hemos perdido familiares, amigos, gente muy cercana; hemos perdido el trabajo… Pero también es un año en el que se nos ha dado la oportunidad de ver lo que somos, como sociedad e individualmente. Yo creo que ha sido una oportunidad para pensar lo que quieres hacer el resto de tu vida. El 2020 va a ser un punto y aparte en todo el planeta. Y a partir de ahora podemos remendar muchas cosas y cambiar. La vida es un juego y las normas no las ponemos nosotros. Nos toca enfocarnos en lo positivo. También la gente ha vuelto a escuchar y a recuperar la empatía. Eso es algo precioso.

-¿A ti cómo te ha afectado? ¿Qué ha cambiado?

-Las tonterías del día a día no me quitan el sueño. No me aguan el mes. He pasado a focalizar en lo importante, sentimos que estamos muy mal y ni siquiera rozamos lo que están sufriendo hermanos nuestros dentro de este planeta, que están verdaderamente mal. Y nosotros no hemos ni rozado situaciones que en otros países son dramáticas. Creo que está bien reflexionar sobre eso y valorar lo que tenemos. Hay que dejar de sentirse tristes por tonterías.

-Con un padre gallego, una madre catalana y siendo canario, podías ser un buen agente secreto.

-Síii, de hecho me ha rozado un personaje con estas características, aunque todavía no ha salido. Puedo tener rasgos de donde quieras de este país, ja, ja.

-Eso supongo que te da una visión de conjunto mucho más interesante.

-Sí, de identidad. Yo soy canario y amo Canarias. Mi padre es gallego y ama Galicia, sin embargo mi padre parece un canario más. Yo me siento más perteneciente al mundo que malutilizando una bandera que a veces no sabes ni lo que defiendes. Yo he conocido en estos tres últimos años en el pueblo en el que estoy viviendo, Robledo de Chavela, a gente que a lo mejor me influye más en mi vida. Eso me hace más afín a este pueblo, pero ni me invita a enarbolar una bandera ni a repudiarla. Simplemente me hace sentir libre y afortunado de saber que hay un mundo enorme dispuesto a enseñarte cosas todavía.

-¿Irse al pueblo es también por una necesidad de libertad? ¿Necesitabas tener la montaña cerca?

-A mí me tira mucho la naturaleza. Sobre todo me tira el mar, pero como en Madrid no hay, la montaña la convertí en mar.

-¡Pues vente para aquí, que te vas a cansar de mar!

-Bueno, voy a ir ahora a Vigo a rodar una serie. Tengo muy buenos amigos allí. Mi familia es de Muros, pero la mayoría de mis colegas del colegio mayor son de Vigo, la tropa de Vigo es cojonuda, tienen una energía especial. De hecho uno es un chef buenísimo, Eduardo Arce, que acaba de montar la bodega Morro Fino.

-¿De gallego tienes algo o ya no te queda nada?

-Muros está muy adentro, eh. El que tiene familia de Muros siempre será de allí, un muradán. También tengo familia en Lugo, Ponteareas, estamos muy esparcidos.

 -Me da la sensación de que no te quieres sentir nunca atado.

-Sí, siempre he estado en esa búsqueda de no estar atado ni con nada ni con nadie. Quizás la montaña te recuerda eso. No es que te lo dé, porque uno puede estar en el Tíbet y estar mal. Al final la libertad está dentro de cada uno, pero es verdad que despertarte cada día entre árboles no es lo mismo que despertarte entre semáforos.

 -Tú incluso en tu relación has dicho que no crees en el matrimonio, sino en ser compañeros de viaje. Aunque a mí me suena un poco a lo mismo.

-Sí, por supuesto que te puedes casar y hacer un matrimonio. Pero a mi entender la felicidad no depende de eso, no me gusta que te críen poniendo las bases de tu vida en un matrimonio o en unos hijos y en un trabajo, porque a lo mejor no formas parte de esa estructura. Y sin embargo, a lo mejor tienes pareja y si se quiere casar, pues acabas en ello. Yo no estoy en contra de que nadie se case. Entender una boda como una parte más de la felicidad de una vida..., pues no.

«Verónica [Echegui] me ha invitado mucho a hablar, yo pasaba por encima de los problemas»

 -¿Pero crees en la pareja para toda la vida?

-Sí, eso lo veo.

 -Lo digo porque ya llevas diez años con Verónica [Echegui]. Al final puede llegar.

-Sí, totalmente. Y así lo creo, al final en cualquier relación lo más importante es la conversación, hablar los problemas y escucharlos. Con Verónica es una cosa que he hecho desde el principio, afortunadamente. Gracias a eso y a que ella me ha invitado mucho a hablar, más que yo, pues aquí estamos debatiendo cada día, pero felices.

 -¿A ti es difícil sacarte las palabras o qué?

-A mí me resulta difícil enfrentar los problemas. Soy de ‘bueno, da igual’, ‘está todo bien’. Soy de pasar muy por encima y alguna vez por eso hice daño a alguien. Aprendí que las cosas hay que hablarlas y arreglarlas en el momento. Es el germen de la felicidad y el entendimiento.

«A mi entender, la felicidad no depende de un matrimonio»

-Es un modo de estar limpio.

-Sí, no llevarte nada malo, no generar nada malo. Creo mucho en que todo lo que haces en esta vida te llega de vuelta y digamos que mis últimos errores son los que más consciente me han hecho de la importancia de ser claro. Para querer a los demás tienes que quererte a ti y a partir de ahí puedes empezar a construir algo. Sin esa base, es una casa de papel.

 -Ahora se habla de crisis a los 30, a los 40, a los 50… ¿Has pasado ya por la primera?

-Yo es que soy muy ciclotímico, estoy en una crisis constante y en una felicidad constante, ja, ja. Cada vez mi curro me hace mover más la balanza a la felicidad, pero conozco muy bien las dos partes.

-¿No sientes que has vivido una década maravillosa?

-Sí, de hecho estos dos últimos años son los más plenos que recuerdo. Y según me dicen mis amigos que están en los cuarenta, lo que viene es mucho mejor, ja, ja.

 -Te lo aseguro [risas]. Lo de los cuarenta es una brutalidad.

-Sí, sí. Yo ya lo estoy sintiendo, que las cosas vengan por decisiones de uno, que ya decida uno si ir a fiestas, a Nochebuenas, o a Reyes, o no; si quiere casarse o no... Eso te hace sentir libre y la libertad es una de las bases de la felicidad.

 -No sé si tener hijos o no…

-El tiempo lo dirá, ja, ja.

-Has hecho películas muy taquilleras y de éxito como «Si yo fuera rico». ¿Qué capricho te darías si te tocara la lotería?

-Pagarle deudas a la gente que quiero. Eso me encantaría. Por supuesto, pagar las mías [risas]. Pero yo más o menos me organizo. A la gente que quiero y que está agobiada me gustaría darle la oportunidad de hacer un reset y decirle: ‘Venga, te quito la deuda. ¿Y ahora qué quieres hacer con tu vida?’. ‘Siempre me decías que si no tuvieses deudas harías otras cosas, pues venga, a ver, esta es tu oportunidad’.

-¿Pero tú no te darías un capricho?

-Es que me los doy cada día, las cosas que he ido queriendo las he ido teniendo, no me puedo quejar en ese sentido.

-¿No eres fan de nada?

-De la naturaleza. La mayoría de mis caprichos han sido viajes y vivir donde vivo. Pero lo comparas con lo que se gasta la gente en las ciudades y a lo mejor no es tanto, es mi suerte: que lo que a mí me gusta es más barato que el resto, ja, ja.

-Decías en una entrevista: «Mis amigos son mi debilidad». ¿Por qué?

-Lo decía en lo positivo y en lo negativo. Porque a lo mejor no les he escuchado o ayudado como debía y también por lo contrario: ellos me dan mucha felicidad.

-Pero entiendo que es porque te muestras tal y como eres, ¿sacas el antidisturbios que llevas dentro…?

-No, el antidisturbios solo se lo muestro a Sorogoyen. Es verdad que si tienes una profesión en la que estás tan expuesto necesitas a personas con quien te sientas totalmente tú, y yo lo siento así con mis amigos, mi hermano es uno de ellos.

-Cuando hiciste en el teatro «Jauría» tuvo que ser duro ponerse en la piel del violador. ¿Te ayudó a entender más la violencia machista?

-Pues como experiencia actoral no ha sido la más complicada, porque tuve un gran director que me lo puso muy fácil. Pero generar cada día esa angustia y ese odio delante de 400 personas me afectó. Es que el año pasado hice Jauría y Antidisturbios, proyectos que me tocaron mucho porque no me puse coraza, y la mezcla de los dos me lo hizo pasar mal. Claro que mucho peor lo pasó la protagonista de lo que estamos hablando. Me quedo con el aprendizaje.

-¿Te has vuelto más sensible a los actos machistas?

-Sí, me he sorprendido. No de boca para afuera, pero sí en actos que nunca pensé que haría yo. Al final tenemos impregnado en nuestro ADN un comportamiento masculino que me ha hecho ver que hay algo que trabajar muy profundo. Sí he podido incomodar a alguna amiga en algún momento sin siquiera saberlo, con comportamientos. Uno en el discurso puede decir que es el más feminista del mundo y en la intimidad actuar de modo contrario. A mí en alguna ocasión alguna amiga me ha dicho: ‘Álex, eso molesta’. A veces no eres ni consciente.

-¿Serías capaz de salir ahora a la calle para protestar?

-Sí, sí, aunque creo cada vez más que la protesta debe ser interior. Debemos dejar de señalar y empezar a hacer los cambios nosotros mismos. En eso estoy. Poquito a poco.