Un cambio de oficio impulsado por los problemas de la sardina
A pesar de toda la inexperiencia que acumulan en la pesca de bonito con cebo vivo, no hay quien saque a Óscar Carreño de la convicción de que se van a defender en el oficio. «Polo menos máis que indo á sardiña», dice. Y es que fueron precisamente todos los problemas de escasez que está habiendo con esta especie la que acabó de convencer de probar en la costera del túnido. «Só podes botar 400 caixas á semana; por máis que fagas 10.000 euros, con 15 homes... que levan os mariñeiros para a casa?».
Así que ya está todo decidido. Ayer estaban acabando de preparar el barco en Muros, limpiando los viveros, preparando aparejos, metiendo víveres... Era el colofón de un repaso a fondo: fue necesario cambiarle la patente, «poñelo curioso o barco por baixo, eliminar ruido para que non espante o bonito...» Y ya mañana, rumbo al País Vasco. Primero, una parada en Santoña para recoger al patrón, «ao que lle estou superagradecido». Después, «por fóra de Guetaria» a pescar con cerco el cebo vivo, pan comido para Carreño. Y a continuación, la verdadera aventura. Esa que los convertirá en cañeros -los que usan la caña- y ronqueros -los que emplean el gancho para recoger el túnido-. ¿El final? Esperan que con la venta de mucho bonito en la lonja de Pasajes para que el Madre Consuelo conserve «esa fama que ten de pescar moito bonito», expone Carreño.