El arte de convertir una cuadra en casa

Xoán Ramón Alvite Alvite
X. R. ALVITE REDACCIÓN / LA VOZ

MAZARICOS

El inmueble situado en Mazaricos acumula premios internacionales, como el último conseguido en París

20 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Estos días estoy construyendo una casa en la aldea, la tierra de mis antepasados, en el Olimpo Celta. Voy a utilizar solo tablones de madera de pino de Oregón de 7 centímetros de espesor para resolver los forjados. Los tablones sueltos sin encolar ni machihembrar lo resolverán todo ayudados de unas sencillas cinchas de camión. El carpintero que me vendió las maderas dice que no va a funcionar, el calculista de estructuras, un tipo infalible, tiene serias dudas, y yo no hago más que apelar al sentido común».

Así comienza el arquitecto Arturo Franco el diario constructivo de su casa de O Fieiro, en Mazaricos, una antigua cuadra reconvertida en vivienda que ha sido distinguida en París con los premios Bigmat España e Internacional, entre más de un millar de proyectos procedentes de toda Europa, reconocimientos que se suma a los ya recibidos en los Fad España y Portugal, la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, y en los European Architectural Heritage.

«Estos premios son un puntazo para una casita como esta que, precisamente, se construyó durante el confinamiento. De hecho, buena parte de la dirección de obra se hizo a distancia, casi a ciegas. La suerte que tuvo la casa fue, precisamente, que había pocos arquitectos visitándola», bromea el técnico, que tiene su estudio en Madrid donde también imparte clases en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. «Fue un proceso duro porque, al no poder desplazarnos, no sabíamos cómo evolucionaban los trabajos que, por cierto, fueron realizados por personas del lugar que de forma individual se desplazaban hasta O Fieiro para trabajar. Solo muy al final del proyecto pudimos ver el resultado y, la verdad, nos encantó».

Si el exterior de la construcción no difiere en exceso del resto de construcciones de su entorno —incluso se apostó por planchas de fibrocemento para la cubierta—, el interior resulta especialmente llamativo. En buena medida, gracias a los tablones de madera que, unidos por unas cinchas de poliéster como las que se utilizan en los camiones para sujetar la carga, unen o separan espacios jugando con la luz y el espacio del inmueble.

«Apostamos por un ingenio constructivo y estructural en el que, apoyados en la piedra original, solo se empleaba el acero y tablones sueltos de madera sin colar ni machihembrar, sujetados simplemente por unas cinchas». Una apuesta arriesgada que, en palabras del propio arquitecto, consiguió su objetivo: «Convertir la vieja cuadra en una casa que se vive como una topografía natural. Como en el bosque, en la naturaleza, en el Monte Pindo, uno tiene que moverse mirando al suelo, y hacia arriba, alerta, con precaución. Una casa sostenible como las casas de pueblo, sin imposturas tecnológicas».