«Cando a nena ve unha estrela di que é papa, e vénseche o mundo enriba»

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez REDACCIÓN / LA VOZ RIBEIRA / LA VOZ

MAZARICOS

MARCOS CREO

Perdió a su marido el mismo día que salía de cuentas. Dos años después, Silvia Suárez intenta rehacer su vida junto a su hija

20 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Acaban de cumplirse dos años del día en el que el mundo de Silvia Suárez cambió para siempre. Aquel día, su marido, Iván Trasmonte, se dejó la vida en el asfalto. Iba en moto por la carretera AC-400, en Mazaricos, su municipio natal, cuando un caballo mostrenco se cruzó en su camino, truncando su futuro y destrozando una familia que acababa de empezar a formarse. Silvia estaba embarazada de nueve meses, y dos años después encuentra en su pequeña Keyla una razón más para seguir reclamando justicia.

El animal que provocó el accidente no estaba identificado, y la Administración ni asumió responsabilidad alguna ni ha tomado medidas en este tiempo para evitar que el ganado siga invadiendo el vial. Pero Silvia se niega a resignarse, aunque intuya que no tiene demasiadas posibilidades: «Queres crer na xustiza, pero é imposible, este é un caso perdido. Hoxe pasas por esa estrada e ves animais pola calzada a diario, calquera día hai outro accidente e eu non quero que isto lle pase a ninguén máis».

Hace unos días, coincidiendo con el segundo aniversario de la muerte de Iván, colocó un cartel en el lugar del accidente reclamando algo que hasta ahora no ha encontrado: «Espero que se faga xustiza, pero creo que non vai ser, creo que vai quedar todo así, parado, como ata agora, porque polo visto isto non lle afecta a xente realmente importante».

Vía administrativa

Además de la llamativa señal que ha instalado a orillas de la AC-400, Silvia ha exigido responsabilidades por la vía administrativa. De momento, espera respuesta de la Xunta, titular del vial, porque reconoce que ir un paso más allá no está al alcance de su mano: «Non teño tantos recursos e teño unha nena que depende exclusivamente de min, por iso me bota para atrás denunciar e meterme en xuízos. Pero é inxusto. O que pido é que se faga algo pola seguridade nesa estrada».

La joven critica que no haya nadie que asuma responsabilidades por lo que le ocurrió a su marido, y lamenta que al ganado mostrenco no se le apliquen los controles que sí hay, por ejemplo, para las mascotas: «Se vas pola rúa co can sen correa ou sen microchip múltante, pero se un cabalo do monte sen identificar provoca un accidente e mata a unha persoa non pasa nada». Ella, por lo pronto, procura evitar esa carretera maldita: «Dáme pánico ir coa nena por alí».

De baja

Parecía imposible que las cosas pudieran ir a peor después del fatídico 1 de octubre del 2016, pero sí que era posible. Durante el primer año posterior a la muerte de Iván estuvo demasiado preocupada por los demás, tan volcada en su hija recién nacida y tan ocupada con la niña y el trabajo que apenas pensó en sí misma. Hasta que su cuerpo dijo basta y unos vértigos persistentes aparecieron como una primera manifestación de la ansiedad. Después llegó la baja laboral, el tratamiento para la depresión y otro giro de 180 grados en su vida. Vivía con su niña en A Coruña y tuvo que volver a instalarse con sus padres en Mazaricos: «Coas vertixes eu soa coa nena non podía, e meus pais non podían deixar a miña avoa para vir comigo porque é maior, así que a solución máis fácil era esa».

Sus padres se vuelven locos con la pequeña Keyla, a la que colman de mimos y atenciones: «Está moi protexida polos avós, queren darlle o cariño que seu pai non lle pode dar». La voz de Silvia destila ternura cuando habla de la pequeña, es su motor, aunque a veces se vea superada por la situación: «Desde pequeniña sempre fixen por ensinarlle fotos de Iván e recoñéceo perfectamente. Cando a nena ve unha estrela no ceo di que é papa, e vénseche o mundo enriba porque é moi inocente e penso no difícil que vai ser ter que explicarlle todo cando medre».