Los organizadores estiman que entre los restaurantes y la degustación gratuita se consumieron más de 1.500 raciones
05 mar 2018 . Actualizado a las 05:10 h.A menos que se tuviese reserva, ayer resultaba imposible encontrar restaurante para comer los bolos do pote en Mazaricos. Lejos de estancarse con el paso de los años -esta ha sido la vigésima edición- la fiesta gastronómica no deja de crecer y A Picota, la capital municipal, se queda pequeña para acoger a todos los visitantes dispuestos a probar este plato tan habitual en las mesas de antaño.
«Nós non temos onde meter unha soa persoa máis, e cónstame que nos demais locais pasa algo parecido», apuntaba a media mañana Benito Jurjo, gerente del establecimiento con mayor aforo del municipio. Y eso que se habilitaron mesas supletorias e, incluso, en algunos restaurantes se hicieron turnos de comidas para atender adecuadamente a la enorme cantidad de personas llegadas desde diferentes puntos de la comarca, así como de otras zonas limítrofes.
A rebosar
Aunque resulta difícil cuantificar el número de raciones de bolo consumidas, pues también se sirvieron como pinchos durante todo el fin de semana, desde la organización calculan que superó ampliamente el millar. Cantidad a la que hay que sumar las cerca de 500 que se repartieron en la degustación gratuita efectuada en la carpa situada en el Campo da Feira donde, poco después de la una de la tarde, ya no cogía un alfiler.
Como viene siendo costumbre, fueron los miembros de las asociaciones de Amas de Casa de Mazaricos y de vecinos Monte Picoto las que corrieron con el peso de esta exaltación gastronómica que, según apuntan desde la organización, superó las expectativas iniciales de asistencia de público.
De forma paralela tuvieron lugar actuaciones musicales y una concentración de automóviles del modelo Mini. Los coches recorrieron los lugares más vistosos del municipio y, por la tarde, pudieron contemplarse en la concentración realizada en las proximidades del Concello.