Una visita a Lousame

Carmen Alborés BUZÓN DEL LECTOR

LOUSAME

14 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

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E xiste una mancomunidad de ayuntamientos de la sierra de Barbanza con sede en Lousame para el tratamiento de residuos urbanos. Yo tuve la ocasión de visitarla y satisfacer así mi curiosidad de ver dónde terminan nuestra basura doméstica, algo que nos estorba en casa y nos sentimos aliviados cuando desaparece, sin preocuparnos a dónde va a parar. La experiencia fue un poco escalofriante, me sentía como Dante en su descenso a los infiernos. Primero pasamos por la mansión de los justos, donde unas encantadoras guías nos informaban y acompañaban, pero todo aquello tenía un olor pestilente, veíamos pasar la basura en unas cintas transportadoras donde unas mujeres la seleccionaban manualmente. En otro apartado había una enorme pila de vidrio desmenuzado, en otro un potente campo magnético que atraía las latas. Todo el proceso semejaba los nueve círculos decrecientes de los que habla Dante, allí no faltaban los torbellinos, las ciénagas, las fosas de los residuos…

En otra parte se almacenaba la materia orgánica para la elaboración del compostaje y una vez lograda su total estabilización ya era válida como abono para la agricultura. Cuando salimos de allí, yo aún temía que el cancerbero, ese perro que vigila la entrada al infierno con tres cabezas y una serpiente en la cola, me persiguiese, pero lo que me perseguía era la mala conciencia, me sentía culpable de generar tanta basura, tanto envoltorio, tanto vidrio, tanto plástico… Al salir nos dieron una pequeñita bolsa con un poco de tierra con un aspecto estupendo, pensé que al menos los residuos orgánicos volvían así a la tierra de donde salieron.

Cuando volví a casa bajé la basura y recordé mi infancia, cuando no era necesario recogerla porque apenas se generaba y todo se reciclaba y reutilizaba. Ahora todo cambió y solo se me ocurre la frase de Cicerón: «O tempora, o mores». ¡Qué tiempos, qué costumbres!. Carmen Alborés. Outes