Jesús Alonso: «He sido una persona con suerte»

M. Hermo / M. A. RIBEIRA / LA VOZ

BOIRO

MARCOS CREO

El fundador del imperio Jealsa tenía tres pasiones: su familia, sus empresas y Boiro. El mundo de la empresa y la política le dieron ayer el último adiós

29 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«En mi vida, he sido una persona con suerte. Ya se lo anunció el médico a mi madre cuando nací». Jesús Alonso Fernández nació «de pie», como él solía contar, el 20 de diciembre de 1929 en Agüeiros-Boiro. Fue el primero de cuatro hijos del matrimonio de Jesús y Filomena. Solía declararse una persona sencilla que «no tenía aficiones» porque se había pasado la vida del trabajo a casa, y de casa al trabajo, costumbre que no abandonó hasta los últimos instantes que su vida plena se lo permitió. Pero la realidad que Jesús tenía tres grandes pasiones.

La primera y más importante, su familia. Con su querida Purita siempre a su lado. Juntos construyeron una gran estirpe. «Ya casi no cogemos en el comedor. 5 hijos y 11 nietos», solía decir con una amplia sonrisa cuando hablaba de esos almuerzos familiares que el covid truncó y que tan feliz le hacían. Sus hijos eran para él su mayor legado. Estaba orgulloso de todos y cada uno de ellos porque «todos son buenas personas y trabajadores». Para él, el trabajo te dignificaba y ya desde muy pequeños les inculcó el valor del esfuerzo llevándolos con él, en los veranos de su niñez, a ayudar en labores livianas de la fábrica.

Porque esa era su segunda pasión, sus empresas. Jealfer y Jealsa, que llevan su nombre por todo el mundo. ¿Quién le iba a decir a aquel joven muchacho, quien con solo 13 años fue enviado a estudiar Comercio y Teneduría de Libros a Vilagarcía, que llegaría a fundar la mayor conservera de España?.

Regreso a Boiro

Siempre que relataba su vida, solía recordar como en su último curso, cumplidos los 16 años, compaginaba los estudios con un trabajo en el Banco Hijos de Olimpio Pérez. Pero, como el sueldo no era mucho y no le daba apenas para vivir, decide volver a casa y ponerse al frente de la tienda familiar. «Mi madre quería que me quedara trabajando en el banco, pero yo viendo como ella se esforzaba por sacar adelante a mis hermanos y a mi padre enfermo entendí que no podía permitirme quedarme de señorito de cuello almidonado en lugar de ayudarla».

Y así, regresa a Boiro, donde con su innata visión empresarial y su esfuerzo en todo lo que acometía pone en marcha su primera empresa, que ha dado lugar al conglomerado empresarial que hoy en día se aglutina bajo las cabeceras de Jealfer, Jealsa, Alessa, Beltaine y Seanergy.

Llegó a la alcaldía porque «quería devolverle a Boiro todo lo que me había dado»

Hasta que los problemas de salud se lo impidieron, al Jefe le gustaba bajar a las fábricas y dar un lento paseo por el medio de las líneas deteniéndose a conversar con las personas que iba encontrando. A las que le habían acompañado desde muy jóvenes, las llamaba por su nombre y les lanzaba esa pregunta abierta de «¿Qué tal, como va todo?», que él sabía perfectamente obtendría una amplia respuesta si algo no funcionaba bien, y escueta si no había problemas. Era su particular control de calidad.

Su carácter afable y empatía forman parte de múltiples anécdotas y recuerdos que sus colaboradores transmiten de unos a otros. «En una ocasión, el pescado llegó muy tarde y cuando llevábamos muchas horas de trabajo el señor Alonso nos dijo que teníamos que irnos a descansar. Pero como no queríamos perder el pescado, le dijimos que nos quedábamos hasta terminarlo. Nos miró, envió a buscar bocadillos para todos, ‘porque tendremos que comer para poder seguir’ y allí se quedó a nuestro lado, más de 24 horas, hasta que finalizamos».

Esa preocupación por las personas y su bienestar y el inmenso cariño y agradecimiento que tenía hacia su querido Boiro, es lo que le llevó a presentarse a la alcaldía del pueblo una vez alcanzó la edad de jubilación. «Quería devolverle a Boiro todo lo que me había dado», confesó. Esa era su tercera pasión, su pueblo. Aunque había recorrido casi todo el planeta por razones profesionales y puesto en marcha empresas en otros continentes, nunca imaginó vivir en un lugar distinto.

Esos años al frente del Concello le costaron más de un disgusto, porque ya se sabe que la política no es agradecida y que algunos se parapetan detrás de unas siglas para lanzar las más hirientes calumnias. Pero él sabía encajar y no perdió en ningún momento la ilusión de construir ese Boiro que él anhelaba. Puede que algunos ya no lo recuerden, pero a él se debe entre otros, la primera calle peatonal. «Necesitamos crear un centro donde la gente pueda pasear y saludarse. Cada vez somos más y ya no nos conocemos», explicó.

Le gustaba la gente en general, pero en especial sus vecinos. Para él no había personas más trabajadoras, entregadas y comprometidas que ellos. Así era el Jefe. Un vecino de Boiro que disfrutaba compartiendo un vino viendo jugar al Dépor, escuchando a las orquestas en las fiestas o jugando con sus nietos.