José María García Sánchez: Un emprendedor que convierte los obstáculos en oportunidades

Ramón Ares Noal
MONCHO ARES RIBEIRA / LA VOZ

BOIRO

CARMELA QUEIJEIRO

La patronal de Boiro le ha concedido el premio de honor de la entidad por su larga e incansable trayectoria empresarial

13 nov 2021 . Actualizado a las 18:46 h.

José María García Sánchez pertenece al género de esas personas que siempre están, pero no se ven, o se ven poco, porque aplican la discreción como norma. Sin embargo, a poco que se indaga, aparecen en cargos públicos (concejal por la UCD), como directivos de entidades (el Club Deportivo Boiro), o como estrechos colaboradores, o como patrocinadores... porque saben que la prosperidad tiene una onda expansiva circular de largo alcance.

Que la Asociación Boirense de Empresarios (ABE) le haya concedido el premio de honor por su trayectoria le ilusiona, pero también le crea tensión, porque significa salir un poco de esa segunda fila en la que siempre le ha gustado militar, no obstante, el hecho obliga a echar la vista atrás, a repasar la vida de un emprendedor con una trayectoria similar a una carrera de obstáculos que ha ido salvando para enfilar una recta hacia la meta del reconocimiento público.

García, como se le conoce en Boiro, ha tenido la virtud de transformar los obstáculos en oportunidades. Se encontró con el primero siendo niño. Miembro de una familia de agricultores de Cespón, su primer profesor vio en él aptitudes para avanzar en unos estudios que en Boiro no tenían continuidad más allá de los básicos, y propuso a sus padres que el chico siguiese en el colegio Minerva de Santiago de forma gratuita; eso sí, a cambio de determinados trabajos. Se quedó en Louriño porque entonces tenía más peso la aportación de los chavales a los trabajos del campo que a una formación superior, al alcance de muy pocos.

Aprendiz de mecánico

A los 15 años entra como aprendiz de mecánico en Autos Ramón Outeiral. Ahí empieza su aproximación a un sector que marcará toda su vida: el del automóvil. En ese primer período de formación laboral le llega la propuesta del empresario de hacer de revisor en la línea de Noia los jueves y domingos, a lo que accede.

Su progresión le llevará luego a trabajar en una tienda de recambios de automóviles. Con 20 años, se va a la Marina, y al regreso, vuelve a incorporarse al puesto, hasta que ficha por otra empresa que le encomienda la misma sección de repuestos.

Con 24 años, casado y con su esposa gestante, García sugiere a su jefe que alquile un negocio de reparación de vehículos pesados que se traspasa. Como no ve interés, José María contacta con la propietaria para sondear el arrendamiento, pero el empresario para que el trabaja mejora su oferta, se queda con el taller y despide al joven, dejándolo en una difícil posición. No obstante, un amigo que será clave en su trayectoria futura le da cobijo para establecerse por su cuenta vendiendo recambios y seguros.

Ese es el punto de partida empresarial de José María García, que logra convertir en oportunidad otra situación complicada, y se ve, de la noche a la mañana, repartiendo repuestos en su Vespa 125 por todo el municipio, lo que recuerda como anécdota de aquellos tiempos difíciles en los que su dedicación era tal que, incluso, el día de su boda, tuvo que ausentarse del banquete en el restaurante Océano para atender a un asegurado que había tenido un accidente de carretera.

Asociado con su amigo Tomé, el negocio va creciendo en clientes y extensión, e incorporan Seguros Galicia. Paralelamente, aumenta la plantilla. Hasta que en 1969 crean el taller de electricidad, mecánica y pintura del automóvil Togar, que en 1972 se hace agente Citroën hasta 1984.

No se quedan ahí, porque abren una tienda de establecimientos a la que llaman Togar, que traspasan y se convierte en Otero; y la cafetería Stop, de la que también tienen que deshacerse para atender un taller que demandaba su atención.

José María García adquiere la totalidad de Togar en 1981, y en 1985 se hace concesionario de Peugeot-Talbot. La empresa va viento en popa y empieza su expansión por Barbanza, construyendo un taller en Ribeira y adquiriendo dos naves en Noia. Con tres centros de negocio, la firma llega a alcanzar una cuota de mercado del 80 %, situándose entre las cinco primeras empresas por facturación —unos dos mil millones de pesetas (doce millones de euros)—, hasta que un episodio inesperado, la Guerra del Golfo, provoca una crisis tal que las ventas se derrumban y el endeudamiento de la expansión pasa factura a Togar hasta provocar su quiebra.

Empezar de nuevo

Con 49 años y dos hijos, García se ve obligado a empezar de nuevo, pero por debajo de cero, porque los bancos que tanto le adulaban en los buenos momentos, le dan la espalda. Tras un breve tiempo de zozobra, con el apoyo incansable de Rosa, su esposa, que permitía a José María dedicar a sus negocios el tiempo que necesitasen, decidió intentarlo otra vez teniendo como base las pólizas de seguros que le quedaban. Y ya en 1993 emergía nuevamente abriendo al público una oficina.

Intenta regresar al mundo de los automóviles, sin dejar los seguros, y abre la Peugeot en Vilariño, pero finalmente decide dedicarse en exclusiva a su actividad primigenia, los seguros. En 1999 añade la agencia inmobiliaria García Sánchez, hasta convertirla en la firma seria y de garantías conocida en todo el territorio barbanzano.

García, que peina 77 años, no se cansa de repetir que su éxito es fruto del apoyo que siempre obtuvo de los boirenses y de la paciencia de su familia, especialmente de su mujer, pero lamenta que hayan sufrido tanto con esos obstáculos que, no obstante, han servido para fortalecerles.

Está satisfecho porque sus hijos completaron sus estudios y la mayor, Lola García, está al frente de la empresa: «Es casi como yo, pero más lista y con más formación», dice. Y su hijo, Alberto García, es un reconocido técnico y gestor cultural gallego que ejerce desde el Centro Social de Boiro que llenó de contenidos.