Sandra Piñeiro, la remera gallega que lucha contra la anorexia: «Me estaba matando, llegó un punto en que o rompía yo o paraba todo»

BOIRO

Aitor Arrizabalaga / Euskotren Liga

La boirense publicará en verano un libro para explicar su batalla: «Busco que la gente que esté pasando por algo así no le dé miedo pedir ayuda»

13 may 2021 . Actualizado a las 21:46 h.

La vida de Sandra Piñeiro Fungueiriño (Boiro, 1996) era la que había soñado desde niña. Remera en Orio, uno de los grandes clubes a nivel nacional, lo había ganado todo en sus dos temporadas en el País Vasco. Ese deporte era su pasión, su obsesión, pero perdió el control. Quería dar más, ser mejor, volar sobre el agua. Dejó poco a poco de comer, comenzó a controlar cada caloría, cada gramo: «Vivía en una rueda autodestructiva, pero no era capaz de pararla». En el 2016 pesaba 67 kilos; en el 2020, 52: «Tenía el cuerpo tan aturdido que no sabía si estaba cansada o si tenía hambre. Mi cuerpo estaba como vacío, era una máquina». «Me estaba matando, llegó un punto en que o rompía yo o paraba todo», confiesa la barbanzana.

Algo no funcionaba, no encajaba, pero el primer paso tardó en darlo. Afirma que le costó interiorizar que sufría anorexia: «Llega un punto en el que tu cabeza se despierta y sabe que el día será igual que el anterior. Pasas de cuidar la comida a dejar de salir para no picar algo que no debes. Dejas de darte caprichos. Llegué a comer una ensalada que me duraba dos días. Necesitaba sufrir para sentirme satisfecha». Ni así dejó de entrenar y de competir. Comenzó a hacerse daño. Las analíticas se dispararon.

«Llegué a comer una ensalada que me duraba dos días. Necesitaba sufrir para sentirme satisfecha»

Fue de la mano de una amiga como contactó con la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia de Guipúzcoa (Acabe): «Empecé un proceso de recuperación, tanto psicológico como físico. De nada sirve curar la cabeza si no tienes el cuerpo bien. Ambas cosas responden a un mismo patrón. Tienes que trabajar de la mano. Me ayudaron en el club, mis compañeros de piso, todos...». La psicóloga que la trató le abrió una ventana que le permitió despejar la mente para que entrase luz y acabar con la penumbra. Empezó a escribir un diario emocional que le ha ayudado a cerrar cicatrices: «A veces me cuesta exteriorizar lo que siento, ella sabía que me gustaba escribir y me dijo que lo plasmase así. Escribía lo que sentía cuando estaba triste, cuando estaba feliz... Lo que me pasa día a día».

Sandra Piñeiro quiere que toda esa información llegue a otros que se encuentren en su situación. Arrancó con un proyecto de micromecenazgo para financiar su libro Remando en la oscuridad y en solo dos horas ya había superado los 1.200 euros que necesitaba. «Quiero que la gente se sienta comprendida. Los trastornos alimenticios y enfermedades mentales parece que son de segunda. Yo me quité una carga, una mochila, contando mi situación. Si no logras compartirlo sufres en silencio. Cuando normalizas algo lo puedes erradicar. Al igual que yo quiero abrirme, busco que la gente que esté pasando por algo así no le de miedo pedir ayuda. No tiene por qué avergonzarse».

«Si no logras compartirlo sufres en silencio. Cuando normalizas algo lo puedes erradicar»

A pesar del vaivén de sentimientos de los últimos meses, Sandra Piñeiro sigue entrenando con Orio de cara a la temporada de la Liga Euskotren. Quiere «volver más fuerte que nunca». Y lo cierto es que las cosas comienzan a funcionar. Después de llegar a los 52 kilos, esta semana volvió a pesarse después de mucho tiempo: «Lo tenía prohibido. Los números me obsesionaban. Ahora estoy en 61. Estoy dándole la vuelta a la tortilla».

La pluma

Afirma que el libro espera publicarlo a finales de verano, momento en que deberá compaginar esa vertiente de escritora con su trabajo como entrenadora en la cantera de Orio y uno nuevo en una clínica de salud. Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, pone el foco en las redes sociales como lugar de desinformación sobre la nutrición y el entrenamiento.

«Hay veces que me caen los ojos. Me enfado. No puedes guiarte por Internet. Necesitas un nutricionista y un entrenador, no las redes sociales», afirma la boirense, que sabe que, al igual que le ocurrió a ella, la obsesión por controlar cada caloría y mostrar cuerpos perfectos se ha disparado: «Hay mucha gente que te dice la cantidad de arroz con pollo que puedes comer y la dieta intermitente que debes seguir, pero son unos incompetentes». Con su libro espera mostrar qué ocurre cuando la báscula se convierte en una penitencia y la comida, en una prohibición. Escribir esas palabras fueron un salvavidas en el mar más bravo que le ha tocado surcar. Ahora espera que esa lección le sirva a otros para poder superarlas.