Pajarillo: «Prefiero retirarme a que me retiren»

a. parada RIBEIRA / LA VOZ

BOIRO

CARMELA QUEIJEIRO

El histórico cancerbero boirense deja el fútbol tras labrarse una trayectoria de oro

22 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Alberto González Outeiral (Boiro, 1977) ha dejado sin cubrir, por extraño que parezca, un enorme hueco en la portería del fútbol barbanzano. Pajarillo ha colgado los guantes: «Prefiero retirarme a que me retiren. He analizado los pros y los contras y yo no veo tan claro cómo volveremos a empezar». Como todo en estos días, la razón de que el boirense haya adelantado su retirada del fútbol se debe a la incertidumbre que deja la crisis sanitaria en el futuro más inmediato del deporte rey, sobre todo en las categorías inferiores a Primera y Segunda División.

El histórico cancerbero adelanta que el nacimiento de su hijo Gael el pasado verano no ha tenido nada que ver, todo lo contrario. Incluso le hubiera gustado disfrutar de los últimos partidos bajo su mirada. Como él disfrutó antes con su padre.

«Tomé el testigo familiar de forma extraña, mi padre era jugador de banda, muy ofensivo», recuerda Alberto González para confesar que todo empezó a los 10 años en Boiro, ante las mallas en un torneo de fútbol sala con un «¡ponte tú, ponte tú!» y que acabó con su equipo ganando la final... a penaltis. Entre preguntas de si el apodo se debía a que volaba, pronto se ganaría el derecho de pasar de ser «o fillo de Pajarillo» a «Alberto Pajarillo».

«El fútbol siempre ganó por goleada al resto de deportes», reconoce el portero, apuntando que su padre se lo metió en la sangre, desde que le acompañaba a entrenar al Araño y al Abanqueiro con solo 6 años. Tras forjarse desde alevín en la cantera boirista llegó como juvenil a un Compos de división de honor: «Salíamos a jugar por toda España, para mí aquello era ya fútbol profesional».

Tocó dar el salto de categoría y se ganó su sitio en el Compos B, pero justo en aquella pretemporada le llamaron para un fichaje que no podía rechazar. El servicio militar obligatorio que realizó durante nueve meses en O Iroite. Tras jurar bandera, le cedieron junto a otros cuatro compañero al Taragoña de Preferente garantizándole la permanencia.

Los méritos

«Tres ascensos seguidos [Ribadumia, Negreira y Noia] en los últimos ocho años, para acabar una carrera está bastante bien, ¿no?», sopesa en una balanza invisible, sabiendo perfectamente que la respuesta es sí. Y es que del Taragoña marchó al Boiro «el año del famoso ascenso en Malpica». Los de Barraña llevaban cinco años en primera regional y se jugaban todo a un partido que tocaba ganar o empatar. Por eso Pajarillo celebró aquel 0-0 como un delantero lo hace con un hat trick: «Aquella noche estrenamos la fuente de la sirena». El siguiente curso fueron terceros en el playoff de ascenso y luego se sucedieron las salidas de la comarca y los tres ascensos.

Entonces llegaron estos últimos cuatro años con el Noia, con un Luis Bonilla que apostó por Pajarillo hasta tal punto que para cuadrar entrenamientos le dedicaba dos semanas del mes solo a él. Ese año, «de felicidad, en el que disfruté del fútbol como con 20 años», ascendieron a Tercera. Todos recuerdan la leyenda que comienza con la pregunta lanzada al aire por Bonilla cuando restaba un minuto para acabar y empatar el duelo: «¿Pajarillo tira bien las faltas?». El zapatazo desde el borde del área y el graderío enloquecido respondieron.

Aquel fue uno de los tres goles fabricados en su carrera y que hace poco tuvo que comprobar en la ficha porque no se lo creía. Recuerda también el del Estradense, como jugador y a la carga junto a Changui. El entrenador estaba reservando al primer equipo para siguientes cruces de algún torneo y le envió a la delantera proponiéndoselo como un pequeño entrenamiento, pero Pajarillo se lo tomó en serio.

«Me queda esa espinita de si hubiéramos conseguido el ascenso con el Noia la pasada temporada. La tabla cambiaba a cada jornada y faltaban tres para el derbi con el Boiro, iba a ser muy bonito y creo que los dos habríamos estado en la lucha hasta el final», recuerda de la apretada campaña que se llevó por delante la pandemia. Precisamente, Boiro y Noia, Barraña y el Julio Mato Matito, conformarán ahora las dos orillas de su corazón como forofo, dilema que resuelve con ironía: «Tendré que partirme, a ser posible llamaré a [Rafael] Louzán para decirle que cuando juegue el Boiro en casa ponga el Noia fuera y viceversa».

Y por eso, su par de guantes colgados deja un vacío en la comarca que no entiende de escudos ni de equipaciones, tan solo de fútbol y de amistad.