Impibescindible

Estevo Silva Piñeiro SOSPECHOSO HABITUAL

BOIRO

14 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«Cuando me lo contaron sentí el frío del acero en las entrañas». No es la primera vez que recurro a este verso de Bécquer, que ilustra a la perfección el sentimiento que recorrió a todo nuestro pueblo el pasado jueves. Ese maldito acero en forma de delirio inimaginable que todavía tengo incrustado en mis pensamientos.

Era una de esas amistades que surgen a través de la costumbre. Nunca fuimos a cenar juntos, a lo sumo compartimos un bocata, pero cuando tenía un mal día ahí estaba el Pibe para percibirlo y sacarme una sonrisa con una de esas chorradas de las que sabía de sobra que me harían reír.

Podemos decir que era un profesional como la copa de un pino, pero no voy a glosar esas dotes, eso lo sabe todo el mundo. Prefiero medir su valía sintiendo la pesadumbre que se vivió en el municipio durante estos días. Nadie da crédito todavía hoy.

Se nos ha ido uno de esos imprescindibles de los que hablaba Bretch, y deja a Boiro huérfano de una sonrisa absolutamente característica y de humor incalificable e insustituible que extrañaremos hasta el final de los tiempos. Nos dejas un vacío más grande que el pozo de Esparta. Ahora, cuando el Boiro pierda, habrá que buscar a alguien a quien meterle el sambenito de gafe que con tanto orgullo ostentabas: «Macho, si voy yo no ganamos uno» y se descojonaba el tío.

El puto Pibe. Más de aquí que muchos oriundos.

«Me afeito la cabeza porque quiero, no como tú que no te queda más remedio» me dijo más de una vez. Se daba la vuelta y se metía en la cocina riendo por lo bajini.

Como te vamos a extrañar, Juancar.