Tradición familiar sobre ruedas

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla RIBEIRA / LA VOZ

BOIRO

MARCOS CREO

Los dos hermanos se subieron al podio del Gran Premio de La Bañeza con dos Ducati de principios de los 60

17 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Aún no habían cumplido los 13 años cuando Julio y Juan Buiturón (Boiro, 1979 y 1980) se subieron a su primera motocicleta. «Sempre estivemos involucrados neste mundo», confiesa el pequeño de los hermanos. La velocidad, el pilotaje y esa sensación de libertad mientras el viento le acaricia la cara los ató a las dos ruedas. «É como terapia, unha vez te sobes enriba da moto esquéceste de todo», reconoce Julio. Gracias a sus manos y su maña revivieron las dos Ducati Racing 350 que el pasado fin de semana ganaron el Gran Premio Ciudad de La Bañeza, ante más de 60.000 personas.

Julio, mecánico de profesión y regente de un taller en la carretera que conecta Boiro con Noia, trabaja durante todo el año para poner a punto estas joyas de museo. «Levo metido neste mundo uns dez anos. Dan moito traballo. As pezas fágoas eu mesmo. Non as hai no mercado. As Ducati comprámolas fai tempo a cachos. Modificamos os chasis e os motores, ensamblamos todo e potenciamos os freos para poñelas a punto», reconoce.

Con velocidades que logran alcanzar los 160 kilómetros por hora, los dos hermanos lograron subirse al podio en la categoría de 4 tiempos, donde se enfrentaron a otros 40 pilotos. Juan Buiturón fue el primer clasificado. «Esta vez tocoume a min, o ano pasado foi meu irmán, que nesta ocasión rematou segundo. A carreira estivo moi ben, un mes ou dos antes xa estou pensando nela», reconoce el pequeño de los hermanos, quien deja la parte mecánica al mayor. «Eu céntrome en pilotar. Non é fácil, haille que coller o truco. Frean menos, a amortiguación é diferente e fanse pesadas. Non ten nada que ver cunha moto moderna», afirma entre risas.

El siguiente reto

Después del Gran Premio de La Bañeza, los Buiturón ven con ambición su siguiente reto, la concentración de motos clásicas de Praga. «A ver se fan a carreira, o ano pasado tamén fomos e subimos ao podio», reconoce Julio, quien tiene claro que le tocarán largas sesiones entre metal y aceite para poner a punto las dos Ducati. «Son motos moi caprichosas. Aínda que remates a carreira ben tes que volver a poñela a punto, non vale outra cousa, aínda que non a movas. Sempre tes que volver a tocalas. É como si tiveran vida propia», dice entre risas el mecánico boirense.

A pesar de las largas jornadas laborales, en las que ve como el reloj y el calendario van en su contra, Julio Buiturón encuentra la calma trabajando con sus viejas reliquias. Entre las de exposición y las de competición suma unas 12. «Incluso fixen unha máquina para poder construír eu as pezas. O importante é ter tempo, é o máis valioso. Se tivera que compralas non podería telas, porque xa non se fabrican en cadea e son todas feitas a man». Cada engranaje de esa docena de motos sale de sus manos, de su talento para pulir el metal y convertirlo en arte.

En casa

Lo que comenzó como una afición de juventud empieza a hacerse tradición familiar. Ambos hermanos, miembros del Club Motos Antigas Praia de Cabío, organizan también la exposición que se realiza cada septiembre en la localidad de Valle-Inclán.

«É algo que nos gusta manter», reconoce Juan Buiturón, que tiene claro que la competición es otra cosa. La adrenalina, la velocidad, el ansia de victoria. Los viejos moteros, como los roqueros, nunca mueren.