Aveces escuchamos o vemos a una amplia mayoría de ciudadanos, sea en persona o a través de las redes sociales, hacer posicionamientos y discursos sobre comportamientos rechazables o irrespetuosos con el resto de la comunidad. No entiendes por ello que estos se multipliquen después en la vida diaria, donde compruebas que no existe tal concienciación y que solo estamos ante una pose que, consideramos, nos favorece socialmente. Pongo un primer ejemplo con las normas que afectan a las mascotas y que se incumplen con una pasmosa indiferencia. Acceso a lugares restringidos, heces, ruidos, molestias a otras personas… Que sorprende más cuando lo hacen verdaderos integristas de sus derechos.
Otra cuestión que no parece concitar demasiado interés de las fuerzas del orden es el aumento de ciclistas -jóvenes y no tanto- que circulan por la acera y cruzando pasos de peatones sin bajarse. Lo de los patinetes eléctricos merece capítulo aparte pues circulan a gran velocidad. Hace unos días asistí a la trifulca que le montó una usuaria de estos a una señora que salió de un céntrico supermercado en Boiro y que solo cesó cuando varios viandantes le afearon su conducta.
Y ya por último la tan manida frase de que no es más limpio el que más limpia, si no el que menos ensucia. Es increíble la cantidad de restos, envases, colillas, botes, papeles y demás desperdicios que tiramos; teniendo al lado contenedores y papeleras. A este paso hará falta una persona de limpieza para cada uno ¿Hacemos eso en nuestra casa o finca? El respeto por el medio y los demás miembros de la comunidad empieza en lo personal, en lo próximo y en lo pequeño.