
El histórico apagón del pasado lunes causó múltiples trastornos en los hogares, no solo por falta de luz en una era en la que todo en nuestras casas funciona con electricidad, sino que la conciliación también se vio seriamente comprometida en muchas familias barbanzanas.
Todos entendemos que la vivida es una situación excepcional, pero las Administraciones deberían estar un poco más coordinadas para no volvernos locos. No todos los progenitores disponen de abuelos o de alguien que pueda encargarse de los niños cuando ya entrada la noche las autoridades anuncian que los colegios no abrirán al día siguiente pensando en reducir el gasto en combustible. En cuestión de minutos nos aclaran que los centros educativos sí abrirán, pero no habrá actividad lectiva, de forma que las familias que lo necesiten pueden llevar a sus hijos a clase igualmente.
Pero las telecomunicaciones funcionaban a medio gas y hubo padres que, sin internet, se enteraron tarde de las novedades. A otros les salvó una radio a pilas. Si bien los equipos directivos avisaban por Abalar, estábamos en las mismas: sin conexión.
A la mañana siguiente toda Barbanza recuperó el suministro eléctrico —Ribeira, el municipio más tardío, sobre las 9.00— y fueron muy pocos niños los que acudieron al colegio. En cada casa se las apañaron como pudieron, incluso llevándolos al trabajo.
Los permisos para el cuidado de menores o dependientes en situaciones extraordinarias no están regulados y, como siempre, pandamos las familias. Estuvimos casi 24 horas sin luz, pero la conciliación continúa a oscuras.