Últimamente abundan en nuestros pueblos y ciudades los gimnasios para hacer cardio
30 nov 2024 . Actualizado a las 11:13 h.Uno mira el hermoso cuerpo de los atletas del mundo clásico, como por ejemplo el de Apoxiomeno, un joven raspándose con el estrígil el polvo, sudor y restos de ungüentos de su cuerpo después de la competición, o bien el discóbolo de Mirón a punto de lanzar el disco, o el bellísimo cuerpo de El David de Miguel Ángel. También en el mundo femenino tenemos a las atletas cretenses practicando el salto del toro en el palacio de Cnosos. Todos coinciden en tener un cuerpo atlético con una musculatura perfecta.
Últimamente abundan en nuestros pueblos y ciudades los gimnasios para hacer cardio. Hombres y mujeres corren en las cintas (ellas con gran movimiento de sus coletas), levantan pesas, y trabajan la musculatura con múltiples aparatos. Todos están ensimismados, con los auriculares en las orejas o mirando alguna pantalla, no veo comunicación entre ellos. Su esfuerzo no es como los clásicos para competir, simplemente es para tener un cuerpo gim. En estos gimnasios solo se percibe el monótono y constante actuar de las máquinas que los dirigen, el esfuerzo físico desarrollado por el levantamiento de las mancuernas, el estiramiento hasta los límites permitidos etc. Esto repetido una y otra vez, recuerda el mito de Sísifo, que fue castigado por los dioses, además de con la ceguera, a subir una gran piedra hasta lo alto de la montaña, luego hacerla rodar hacia abajo y volverla a subir indefinidamente. Basándose en este mito Albert Camús desarrolla la filosofía del absurdo.
Y por si eso no fuera suficiente, muchos gimnastas toman gran cantidad de suplementos dietéticos que venden en grandes botes en tiendas especializadas, muchos son a base de proteínas de suero, de caseína, creatina, glutamina y aminoácidos ramificados. El consumo de esteroides anabólicos de testosterona y otras drogas pueden tener graves riesgos para su salud. Me temo que muy pocos ponen en forma también su mente con la lectura, presumen de su cuerpo, pero poquísimos de su cultura.
Como en el mito de la caverna de Platón, creen que las sombras que se proyectan en algunos programas de la televisión son el mundo real al que hay que imitar, donde abundan los cuerpos perfectos, eso sí, casi todos muy parecidos, y muchas de sus caras tienen una estética muy similar. Solo se trata de un alarde de exhibición corporal. Vanidad de vanidades, todo es vanidad.