Este verano se sintió el agobio y la presión del turismo. Aparcar fue misión imposible, incluso para los poseedores de la tarjeta de discapacitados. Extraña que la Mancomunidade Barbanza Arousa Norte no haya constituido una mesa turística estable para reunir a sectores afectados: empresarios, Administraciones y usuarios. En esta comarca, casi 13 de cada 100 euros, casi 13 de cada 100 trabajadores son generados por la actividad turística. La cuestión está en encontrar los límites del crecimiento antes de que desborde los límites tolerables sobre la convivencia.
El concepto «capacidad de carga» mide las personas que puede acoger un territorio, el límite más allá del cual la explotación turística es insostenible por perjudicial; el número máximo de turistas que un espacio puede albergar sin deteriorarse. Esta capacidad de carga es móvil y varía a lo largo del tiempo en función de los factores de los que depende: población, densidad, capacidad de expansión, hábitat, recursos hídricos y otras infraestructuras.
Contra el turismo caníbal y la «turismofobia» las Administraciones no pueden cerrar los ojos ante las dificultades de los jóvenes para alquilar vivienda, de los mayores para descansar, de los trabajadores para poder desplazarse, sin olvidar el desgaste de recursos hídricos y la degradación de los espacios verdes.
Los habitantes de Barbanza corremos el riesgo de ser convertidos en reservas naturales donde los derechos son de los otros. Así, sin hacer nadie nada, crecerá la gentrificación y la intolerancia. También crece la inseguridad, una especie de fatiga escéptica o incluso rechazo de las instituciones.