Aiara Brea, la joven veinteañera que ya juega en la champions league de la ingeniería en Galicia

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

BARBANZA

La muchacha en una de las terrazas de la plaza de Miralles, en el campus universitario de la Uvigo.
La muchacha en una de las terrazas de la plaza de Miralles, en el campus universitario de la Uvigo. CEDIDA

La muradana es ingeniera y trabaja en el grupo Geotecnologías Aplicadas de la Universidade de Vigo

30 jun 2024 . Actualizado a las 19:08 h.

La vocación es algo voluble, poco o nada tiene que ver, en muchos casos, con un concepto estático y predeterminado desde el nacimiento. Hay personas que cuando empiezan en el colegio piensan que lo suyo van a ser las letras. Les gusta la literatura, la gramática, la sintaxis... pero de repente, ¡bum! Hay un asignatura de ciencias que llama su atención. Así fue el caso de la joven Aiara Brea (Muros, 1998). «Meus pais sempre me dicían que de pequena gustábanme as lingua, o cambio veu despois», señala.

No fue hasta el instituto cuando, gracias a un profesor de tecnología, se dio cuenta que de le gustaba todo lo relacionado con la electrónica y la programación. Recuerda que tomó la decisión de convertirse en ingeniera cuando estaba apenas en segundo o tercero de la ESO, pero que desde aquella siempre lo tuvo bastante claro.

Cuenta que todo fue pan comido hasta que llegó el momento de enfrentarse a la ABAU, o más bien, de comprobar qué nota había sacado para acceder a la carrera que deseaba. Para saber qué puntuación había obtenido, la barbanzana hizo los típicos cálculos que hace todo el mundo teniendo en cuenta que materias ponderan doble y cuales no. Y no daba. ¡Y no daba! No fue hasta volvió a hacer la suma un par de veces más cuando se dio cuenta de que estaba cometiendo un error: «Empecei a chorar desesperada, pero despois decateime de que fora unha falsa alarma».

Foto de cuando era niña durante una excursión del colegio en la ría de Muros-Noia.
Foto de cuando era niña durante una excursión del colegio en la ría de Muros-Noia.

Esta no fue la única parte dura del proceso, ya que mudarse sola y tener que aprender a organizarse sin la supervisión de nadie supuso un gran cambio para la joven. Aún así, reconoce que el primer año no fue el más difícil en cuanto a materia, algo que, sin lugar a dudas, no puede decir del segundo: «Chegas a un exame e non sabes nin que che están preguntando, eu pensaba que nin o déramos na aula».

La muchacha tuvo que descubrir por las malas que lo más importante era, a parte de acudir a las clases, aprender a preparar contenidos de manera independiente. Así, narra la muradana, nació un espíritu de colaboración entre los alumnos, que se pasaban los apuntes unos a otros casi sin que los compañeros tuviesen que pedirlos. «A día de hoxe aínda encontro notas miñas ou de outros amigos rulando por todas partes», recuerda entre risas. Lo que tampoco olvida fue la impresión que le dio la primera vez que entró en la facultad, cuando se dio cuenta de que casi no había chicas: «Na clase, de 100 estudantes seis eramos mulleres».

Explica que esto no supuso una dificultad añadida y que hizo un montón de amistad con los chavales con los que compartía pupitre. Lo que sí reconoce es que algunos profesores, sobre todo los de mayor edad, hacían algunos comentarios negativos sobre la presencia de mujeres en una carrera como ingeniería: «Eran os que máis tempo levaban alí, eu espero que os fosen xubilando a todos».

Investigación

Sobre su participación en los proyectos de la Universidade de Vigo, no fue hasta la recta final de sus estudios cuando la investigación desembarcó en su vida. La joven admite que fue un poco por casualidad, ya que empezó en este mundillo haciendo el trabajo de fin de grado. En ese momento, una tutora le ofreció la oportunidad de unirse al equipo Geotecnologías Aplicadas, en el que sigue prestando sus servicios a día de hoy, eso sí, ya como futura doctoranda.

Explica que ahora mismo están inmersos en la iniciativa Pandora, cuyo objetivo es desarrollar una plataforma robótica capaz de detectar posibles anomalías o defectos estructurales en los edificios: «O ideal sería que accedese a sitios aos que non poden chegar con facilidade os seres humanos».

Señala que el objetivo es que la herramienta sea lo suficientemente sofisticada y atractiva como para que las empresas la adquieran para la evaluación de estructuras en mal estado o posibles problemas de construcción. Piensa que gracias a los avances conseguidos por sus compañeros y ella esa meta está cada vez más cerca.

Puede que la muradana haya descubierto tarde su amor por los ensayos de acierto y error, pero nadie puede negar su enorme talento y las ganas que pone en la realización de cada comprobación. Esto acaba de empezar.