Santi Vilas: 16 años

BARBANZA

Santi Vilas, junto a su profesora Paula Cadaveira.
Santi Vilas, junto a su profesora Paula Cadaveira. ANA CEPRI

«El martes me emocioné al leer una carta aparecida en La Voz de un estudiante de bachillerato, quien, desde su clara perspectiva, me hizo ver las carencias de la educación en España»

02 mar 2023 . Actualizado a las 10:03 h.

El martes me emocioné al leer una carta aparecida en La Voz firmada por Santi Vilas. Un estudiante de bachillerato de 16 años, quien, desde su clara perspectiva, me hizo ver las carencias de la educación en España.

A medida que cumplimos años, la lejanía de la adolescencia y de la temprana juventud nos impide comprender, valorar y solucionar los problemas de jóvenes adolescentes incapaces de alcanzar la necesaria felicidad en esa cambiante etapa de sus vidas. Y por ello, nos sorprendemos con cartas como la citada, de contenido tan claro y profundo y con tanta preocupación y tan buen análisis de las causas de los problemas que pueden conducir a trágicas decisiones, como el reciente suicidio de Barcelona y que Santi señala en su carta.

Cada vez que me acerco al instituto para recoger a alguien de mi sangre, me pongo a observar los diferentes comportamientos de los grupos de chicas y chicos que salen disparados del necesario encierro escolar. Los hay que vienen alegres, divertidos y dejándose llevar por las ganas de vivir, haciendo inocentes gansadas propias de su edad. Veo chicos y chicas hablando entre ellos de las cosas más importantes de sus vidas; pues nada puede ser más importante que las circunstancias de cada momento, del momento que les ha tocado vivir. Y eso me hace sentir feliz. Pero también observo chicas y chicos taciturnos, tristes y poco comunicativos, como si el antes que acaban de dejar y el después que está por venir les resultasen un martirio.

Y no puedo por menos que acordarme de la carta de Santi Vilas cuando, de manera clara y sencilla, dice que «en un alumno cualquiera, los problemas se dan por cuestiones sencillas: exámenes que no salen como una desearía, estragos familiares o crisis relacionadas con el plano social». En este plano social sin duda debemos incluir el bullying escolar, tan terriblemente propagado a través de las redes que llamamos sociales.

También nos enseña Santi a diferenciar entre un berrinche de la «edad del pavo» y una posible enfermedad mental. Y es aquí cuando los adultos no debemos banalizar los problemas de los adolescentes. Dicen que el sufrimiento momentáneo de un adolescente puede ser superior al de una persona adulta. No debemos ignorar esos estados de ánimo. Porque, si atávicamente ponemos en marcha el espejo retrovisor de nuestras vidas, todos recordaremos sentimientos personales de nuestra tierna juventud, en los que el mundo se acababa y nos parecía que a través del oscuro túnel en que estábamos metidos no acabaríamos de alcanzar a ver la luz.

La enseñanza, al masificarse y basarse en objetivos exclusivamente lectivos a la vieja usanza, menos dada es para que los profes puedan ocuparse individualmente de enseñar a analizar y superar las emociones, incluyendo los problemas de índole escolar y familiar de cada alumno. A través de manifestaciones sociales y comportamientos de los estudiantes que conllevan a un estado anímico preocupante, los docentes tal vez pudieran analizar los riesgos de conducta personal de un chaval si dispusieran de tiempo y medios para ello.

Pero, por otra parte, la falta de conocimientos específicos en cuanto a síntomas que pueden enmascarar enfermedades mentales todavía consideradas vergonzantes en nuestra cultura, hace que sea absolutamente necesario el incremento de psicólogos a tiempo total y liberados de clases, y sean ellos quienes se ocupen de la salud emocional de los alumnos. Y, en palabras de Santi Vilas, «les animen y les hagan ver que la vida también es disfrutable a la edad del pavo».

Gracias por tu carta Santi. Para que luego nos digan que esta juventud no es como la de antes… Si me lo permiten ciertos carcas como yo, me atrevería a decir que los jóvenes de hoy sois tan buenos o mejores que los de nuestra vieja era.