Hace poco de la publicación de Apuntes sobre la gaseosa en la provincia de A Coruña, una obra editada por la Diputación que, como dice el propio autor, es «un homenaje a ese pasado olvidado y a esas pequeñas empresas que caen en el olvido rápidamente».
Lo cierto es que, al abrir sus páginas y llegar a la comarca de Barbanza, es inevitable sentir una especie de escalofrío al pensar en todos aquellos negocios, familiares en la mayoría de los casos, que fueron y ya no son.
Hablamos de decenas de empresas especializadas en un producto que antaño supuso un filón económico que creería haber llegado a su cénit con la aparición de las innovadoras gaseosas de sabores, poco antes de comenzar un declive del que no se conocen bien las causas, y que acabaría con el cierre o transformación de la inmensa mayoría de las fábricas de este tipo en la comarca.
Resulta curioso lo rápido que se olvida. Cómo recorremos las vías donde se acumulan esos cadáveres de antiguas industrias, sueños pasados, que se fueron tal y como llegaron sin llamar demasiado la atención.
Para alguien que nace en el siglo XXI, aprender sobre los que se pierde, sobre lo que perdimos, es un arma de doble filo. Porque aquellos tiempos de sifones de cristal y pegatinas de mil colores no quedan tan lejanos, y resulta un misterio pensar en cuáles serán, en setenta años, los esqueletos de nuestro presente.
Mientras tanto, queda apreciar a quienes invierten tanto esfuerzo, tanto trabajo, por recopilar parte de nuestro pasado. A quienes mantienen en el recuerdo todo aquello que algún día fuimos.