Dicen que el hijo de quien limpia la escalera nunca pisa lo fregado. De la misma forma, quien se ha dedicado a coger el teléfono y llamar a desconocidos, quizás se lo piensa dos veces antes de colgar el teléfono sin pronunciar palabra alguna.
Así funciona todo. Los periodistas debiéramos respetar siempre a quienes entrevistamos, cuidando a nuestras fuentes tanto antes como después de obtener la información que de ellas precisamos. Del mismo modo, es de agradecer cuando al otro lado del teléfono responde una persona con tono amable, aunque no pueda ayudar en lo que se requiere.
Quizás la clave sea haber fregado. Que quienes han estado en un centro de llamadas, que no son pocos en el mundo en el que vivimos hoy en día, probablemente no respondan de malas maneras cuando lo llamen en un mal momento, ya que puede que quien marca los números no conozca nuestros ocupados horarios.
Del mismo modo, quienes algún día fueron novatos deberían solidarizarse siempre con el becario. Los no tan simpáticos chistes hacia uno de los principales pilares que permiten el funcionamiento de muchas empresas pierden la gracia una vez se ha estado en ese puesto.
Al final, es muy sencillo acomodarse en un rol cuando ya se tiene experiencia, pero basta que la vida dé una de esas pequeñas vueltas tan suyas para que se bajen los humos y volvamos a sentirnos como aquel pobre becario, que solo intenta aprender, cumplir su trabajo, y avanzar para, algún día, ser quien deja que su nariz resople al tener que encargarse del nuevo. Por esa razón, yo siempre esquivo allá donde está húmedo.